CARDO MÁXIMO

Calor especial

La Feria quiere calor. Y la de la Maestranza, además, moscas. Calor y moscas para ver toros como Dios manda

Los trajes de flamenca luciendo bajo el sol RAFAEL CARMONA
Javier Rubio

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SEVILLA tendrá un color especial, que no es cuestión de llevarle la contraria a Los del Río después de tanto tiempo, pero lo que no se ve por ningún lado este año es que tenga un calor especial. Lo siento sinceramente por los amigos, que se van a quedar sin oportunidad de hacer bromas a costa de la inveterada costumbre de un servidor de mantener la camiseta interior reglamentaria hasta, por lo menos, entrado el mes de mayo salvo ola de calor africano con antelación a la fecha señalada en rojo para el desabrigue. Pero no parece que vaya a ser el caso este año. Así que ande yo caliente y ríase la gente, que ya me encargo de reírme de todos esos que van de punta en blanco con la chaquetita de hilo pegando tiritones de madrugada, a esa hora en que sales del ambiente hogareño de la caseta, caldeado por dentro y por fuera, y se te corta el cuerpo con el relente de la mañana. En ese preciso instante en que se materializa la más alta prueba de caballerosidad que vieron los tiempos, cuando el muchacho le coloca la chaqueta por encima de los hombros a ella, con los labios morados de frío, sin haberse quitado ni la flor desde que salió de casa.

Todavía estamos a tiempo de que la cosa cambie y apriete el calor en cuatro días, pero no es lo mismo. Hemos pasado la Semana Santa castañeteando los dientes, envueltos en zamarras y enfundados en abrigos y ya ven el resultado. La ley seca de la Madrugada a quien de verdad le ha hecho la puñeta ha sido a los distribuidores de cazallas, zalameas y ojenes. Gana el chocolate con churros y pierde el rebujito, aunque sólo sea por llibrarse de tener el vaso en la mano todo el tiempo frío como un témpano. Ganan las buñoleras y pierden los feriantes, que no es plan de subirse a la noria y que te dejen en lo más alto con frío suficiente como para dos pulmonías.

La Feria quiere calor. Y la de la Maestranza, además, moscas. Calor y moscas para ver toros como Dios manda en vez de cielos plomizos, lloviznas intermitentes y chaquetones con las solapas vueltas haciendo el cuatro en el tendido del mismo número. Puede, como mucho, llover. Enfanga el albero y ensucia las tiras bordadas de los trajes, pero no mata el ambiente como hace el frío, que hiela el duende y congela la alegría. No importa que ventee, pero ¿con frío? Hace falta calor y sudar. Para poder beber a fin de poder sudar más. Una Feria de calor es lo suyo: la eterna disputa entre los socios que quieren que se encienda el ventilador industrial de la trastienda y el casetero que lo desconecta mientras enchufa la freidora. Esa pugna sí que calienta los ánimos.

Una Feria fría, como se presume la de este año según los últimos partes meteorológicos, es de lo más esaborío. Se lo dice uno que de eso sabe un rato. No de meteorología, sino de lo otro...

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