LA ALBERCA

El banquillazo

El banquillo de Chaves y Griñán es por nuestra culpa. Los andaluces lo hemos consentido

El expresidente de la Junta Manuel Chaves a su salida de la Audiencia de Sevilla EFE
Alberto García Reyes

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Los andaluces somos sumisos por naturaleza. Todos nuestros arranques de orgullo tienen carácter retroactivo, están en la nostalgia, nunca en el futuro. La conmemoración del 4-D ha sido sólo un ejercicio de autocomplacencia en nuestra rutina: ganamos una vez y celebramos esa victoria como si hubiéramos ganado siempre. Nos cuesta admitir que somos un pueblo acomodaticio. Una cultura forjada en la apatía. Una conciencia colectiva conformista. Saltamos a la yugular de quienes nos vejan con comentarios denigrantes desde otros puntos de España y lo hacemos con razón, aferrados a una historia que nos concede una identidad mucho más sólida que la de otros pueblos nacionalistas. Pero no tenemos una vergüenza común que nos espolee ante el bandolerismo político. Seguimos teniendo, mal que nos pese, mentalidad de gañanes sometidos a las órdenes de caciques. Padecemos un complejo de inferioridad galopante. Por eso el caso de los ERE, que ha supuesto el mayor desfalco de dinero público, de nuestro dinero, de toda la democracia española, no está vivo en las tertulias mediáticas. Dos expresidentes y seis exconsejeros de la Junta de Andalucía van a ser juzgados a partir de esta semana por la supuesta malversación de 885 millones de euros y nadie ha salido a protestar a la calle. Nadie ha reclamado su dinero. Porque, en el fondo, todos somos cómplices del sistema tramposo que se juzga. Del colosal importe defraudado, la administración autonómica que gobierna Susana Díaz sólo ha recuperado el 0,7 por ciento. El saqueo no ha tenido consecuencias electorales porque los andaluces no tenemos una conciencia real sobre los fundamentos de la democracia: seguimos poniéndonos de rodillas ante los políticos. Los consideramos nuestros dueños, no nuestros servidores. Por eso la culpa no es sólo de quienes urdieron la trama para desviar fondos públicos a mansalva sin atenerse a las normas establecidas. También es nuestra.

La imagen de Manuel Chaves y José Antonio Griñán sentados en el banquillo que veremos en los próximos días será una nueva humillación a nuestra tierra, pero no por parte de la Justicia, sino de nosotros mismos. El proceso judicial dirimirá si los expresidentes tuvieron responsabilidad personal en el flagrante desfalco que desde la Junta de Andalucía se llevó a cabo durante una década. Pero su presunción de inocencia, que yo no pienso enervar porque para eso están los jueces, no soslaya el escándalo que se produjo en sus gobiernos y que, más que expoliar nuestro dinero, ha desvalijado nuestra dignidad. Los andaluces hemos apencado con un sistema clientelar que nos ha devaluado como ciudadanos libres, hemos aceptado seguir dependiendo de la mano ajena, nos hemos avenido a un modelo que distribuye pobreza de forma arbitraria. Y ahora vamos a tener que aguantar la escarnecedora escena de dos de nuestros expresidentes en el banquillo. Por nuestra culpa. Por no haber tenido el valor de darles un banquillazo político en cuarenta años de democracia.

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