LA TRIBU

Bambas

Allí, en la voz de una madre que dormía a su hija, estaba, recién aparecido, el milagro de la tonada que nadie recordaba

Las coplas de bamba fueron muy populares en su momento ISABEL PERMUY
Antonio García Barbeito

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Habíamos oído hablar, o habíamos leído, que «recuerdo a las muchachas de Aznalcázar cantando coplas de bamba en tiempo de carnaval». Mi madre, que nació hace cien años, hablaba de que montaban las bambas y luego vendían las sogas a los carreros y gente del campo, y con el dinero organizaban una fiesta. En mi niñez, cuando las bambas se quedaron en las vigas de los cobertizos o en la rama de algún árbol, recuerdo una tonadilla, sí, pero pobre, monótona, y unas letras ñoñas, si no bastas. En el pueblo había, según mucha gente, una preciosa tonada de copla de bamba, pero ¿cómo era? Nadie la cantaba; o nadie se acordaba o nadie tenía interés. Hasta que un día surgió la luz, de casualidad, como un milagro.

Era el año 1976; yo leía en el salón de una casa familiar; cerca, en un cuarto, una madre joven trataba de dormir a su hija y mi ahijada. La madre, una excelente persona con un oído finísimo y mucho gusto cantando, empezó a soltar, bajito aunque en tonos mayores, una melodía que llenó de luz la casa: «Isabelita bonita, / hija de un Corregidor, / no te pongas tantos moños / que ya tu madre murió.» Isabelita, Isabel, que así se llama su hija, se dormía al son mágico de aquella tonada. Me levanté de golpe y le dije a la madre: «Carmela, ¿de dónde es esa nana?» Y me respondió: «No, no es una nana; esta es la tonada de las coplas de bamba que cantábamos las chiquillas de mi infancia.» ¡Milagro! Allí, en la voz de una madre que dormía a su hija, estaba, recién aparecido, el milagro de la tonada que nadie recordaba. Subí al coche y fui a buscar a Ignacio Mora; allí estaba Ignacio con su Niño, su hermano: «Ignacio, coge el radiocasete, que vamos a grabar algo que te asombrará.» Llegamos a la casa y Carmela, Carmela Ramírez Pérez, tras vencer su timidez, cantó tres letras de coplas de bambas. Ignacio la escuchaba, cuasi extático: «¡Antonio, con qué te pago estoooo…! ¡Y qué bien paseado el cante, Carmela…!» Como el radiocasete era de los Mora, en su casa se quedó la grabación. Pasó el tiempo, vino el C.E.P.A., alguna semana cultural, levantaron algunas bambas y, oh, milagro, oh, casualidad, tras escuchar a Carmela, salieron voces diciendo que también conocían la tonada. Muchos años más tarde, voy a pensar que sin más intención que la de darla a conocer, la tonada «de Carmela» pasó a ser de los Mora, nacida en su casa y conservada por ellos. Ya ven. Juro por mi honor que es verdad cuanto he contado; Carmela vive, a Dios gracias, y puede confirmarlo. Si su pueblo quiere reconocer el «descubrimiento» de la tonada de las coplas de bamba, bien podría tener, en justicia, un detalle con Carmela.

antoniogbarbeito@gmail.com

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