EL RECUADRO

Aquel Cortinglés

El Cortinglés nos enseñó a usar las tarjetas de crédito: las primeras que se vieron en Sevilla fueron las suyas

El Corte Inglés del Duque celebra su 50 aniversario JUAN FLORES
Antonio Burgos

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Tengo que dar las gracias a Jesús Alvarez, que en su gran reportaje de ayer sobre el medio siglo que va a cumplir en la Plaza del Duque el próximo jueves día 8, me hace padrino del «grande de los grandes almacenes», al haber sacado de pila al Cortinglés con la elipsis como pronunciaron siempre su nombre los sevillanos desde los inaugurales escaparates de los cuernos. Ojú, los escaparates de los cuernos, la que liaron, como ha recordado don Antonio Barranco, veterano empleado, de los del escudito de solapa de los 25 (y los 50) años. Los 135 metros lineales de escaparates, que daban al Duque y también entonces a La Gavidia (ahora cegados), fueron dedicados a las suertes del toreo, representadas por maniquíes de señoras con cuernos. Como los maridos engañados de «Los últimos en enterarse» de la chirigota del Yuyu, pero en señoras y en maniquíes. La guasa que lió la novelera Sevilla a los dichosos cuernos pueden imaginársela. Y estoy por caer en la tentación de un tópico: eso de «un antes y un después». No sólo en el comercio de Sevilla, sino en la vida de la ciudad hay un antes y un después de la llegada del Cortinglés al Duque. Con él llegó el escándalo del escaparate de los cuernos, como antes había venido la polémica que le costó un disgusto a Romero Murube: el derribo de media Plaza del Duque para levantar el edificio que yo no sabía que era de los arquitectos Medina Benjumea y Blanco Solar. Eso, eso: como un blanco solar habían quedado, bajo la batuta de la piqueta del derribista Enrique Pavón, el palacio de los Guzmanes, la casa del Marqués de Aracena y el colegio Alfonso el Sabio.

En una Sevilla que acababa de suprimir los tranvías, pero donde el centro era todavía el centro, y los coches entraban hasta La Campana por la Avenida y la calle Tetuán, el Cortinglés cambió los hábitos comerciales. Empezó entonces a caer gran parte del comercio textil tradicional: Los Caminos, La Ciudad de Sevilla, La Nueva Ciudad, Galerías San Sebastián, Las Siete Puertas. Su revolución entonces fue mucho mayor que la de Zara ahora. El Cortinglés nos enseñó a usar las tarjetas de crédito: las primeras que se vieron en Sevilla fueron las suyas. Tener tarjeta del Cortinglés en los meses inaugurales era una señal de distinción, vamos, casi como el carné de Pineda. Fue el primero que puso un supermercado junto a la ropa de señora, antes que existiera Hipercor. Estaba en la quinta planta, y era lo que ahora llamaríamos un «corner», explotado por Garzón: Magarzón me parece que se llamaba el supermercado. Y la librería. La gran librería con el personal fichado en la sucursal de Editorial Aguilar en la calle García de Vinuesa, que organizó la primera firma de libros que hubo en Sevilla. Sí, fue cuando Manuel Ferrand había ganado en aquel octubre de 1968 el Planeta con su novela «Con la noche a cuestas» y le pusieron un tablado de firma de ejemplares que la cola llegaba a la famosa «puerta de salida a La Gavidia». Ay, la megafonía... Me acuerdo de los avisos a los clientes que daban por la megafonía, impensables ahora. No anuncios de promociones, ni de ofertas, sino mensajes personales: «A doña María Lozano la esperan en la puerta de salida al Duque». Y el aparcamiento allí mismo, en el sótano, si no dejabas el coche al lado, en la estación de servicio de Orden, para que te lo lavaran mientras. Y en las cajas, la pregunta que ahora es normal, pero que entonces te sonaba a pura modernidad: «¿En efectivo o con tarjeta?».

Hubo una Sevilla anterior al Cortinglés y vivimos ahora la ciudad que transformó el Cortinglés. Desplazó el centro, de la Plaza Nueva al Duque, y casi sentenció de muerte a la calle Francos. Y lo que es curioso, hacia el Norte no influyó en nada. 50 años lleva el Cortinglés en el Duque y ni Trajano, ni Amor de Dios, ni Jesús del Gran Poder se lucraron de su éxito en comercios y locales. En todo caso, revitalizó el eje Duque-Imagen. Cambió muchas cosas, pero se hizo tan sevillano, que yo creo que a los 50 años del Cortinglés le faltan tres cosas fundamentales: pregón, cartel y procesión extraordinaria. Por ejemplo, de las maniquíes del escándalo de los escaparates de los cuernos.

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