EL RECUADRO

Anormalidades que pasan por normales

¿Y lo de la lengua española en un territorio de España?

Albert Boadella, el autoproclamado presidente de Tabarnia YOLANDA CARDO
Antonio Burgos

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Usted ve lo que está lloviendo, y la que está liando la huracanada señora o señorita Emma allá por donde pasa, ¿no? Pues hay algo que me preocupa mucho más que el Emma a quien le cogiera en el Puente Camal de La Caleta gaditana. Que en Cataluña estén ocurriendo cosas tan completamente anormales y fuera de toda lógica (y de toda ley) y hasta tal punto nos hayamos acostumbrado a esos desafueros, que la gente las ve ya como cosas normales. Como quien oye llover, no: como quien ve las palmeras que tumba el Emma, o los chiringuitos que se traga en las playas, o los paseos marítimos que destruye, y les parece lo más normal del mundo.

No es normal que a la hora que estamos y al día que es no esté ya entre rejas Trapero, el chulesco jefe de los Mozos de Escuadra, empapelado no una, sino dos veces por sediciosa rebeldía, de quien día que pasa es día que se descubre que les dio a sus hombres la orden de que silbaran «La Santa Espina» cada vez que tuvieran que intervenir para cerrar un pretendido colegio electoral del referéndum ilegal. Y esto no es normal porque sólo después que el Rey se echara adelante y dijera en su mensaje lo que pensaba la inmensa mayoría de los españoles (entre ellos los que viven en esa parte de la Patria que es Cataluña), el Gobierno se atreviera a aplicar lo que le pedía el cuerpo al respetable: la aplicación del artículo 155 de la Constitución. ¿A usted no le parece que el Gobierno aplicó el 155 como a regañadientes, de cagalástima? ¿Y cómo es que Soraya, a la que Rajoy nombró virtual presidenta de la autonomía catalana intervenida por el Gobierno, haya aparecido tan poco por Barcelona, y siempre para asuntos de coros y danzas, nunca de mano dura en la gobernación contra los rebeldes separatistas? ¿Y cómo es que los que cobraban sueldazos como cargos de confianza de los sediciosos los siguen percibiendo? ¿Y cómo que a los mozos de escuadra no los manda, qué digo yo, un coronel de la Guardia Civil?

Pues todo eso parece normal. Como parece normal que el prófugo del mocho de fregona en la cabeza siga saliendo en todos los telediarios de TVE (no digo ya en TV3) como un héroe, diciendo tonterías, que hablemos más de Bruselas que de Tabarnia, siendo tan de broma todo como el inteligente espejo de los absurdos separatistas que ha azogado Albert Boadella. Y parece también normal que se proponga para presidir la autonomía catalana a un prófugo cobardón como este señor cuyo solo nombre me da repugnancia escribir. Y cuando por las razones que les interesan a ellos ya no les vale como presidente, le hacen que dé «un paso al lado», y en vez de un prófugo proponen a un preso por sedición: del laberinto al pozo en este juego de la oca que a todos parece normal, siendo una aberración no sólo política, sino lógica.

¿Y lo de la lengua española en un territorio de España? ¿Pero en qué cabeza cabe que en una región de España los niños no puedan estudiar en la lengua oficial, que es el español? Pues se da como normal. No como perdido, no, eso no se reconoce: que hayamos engordado con el dinero de Madrid durante 40 años la hidra de las cien cabezas separatistas. Se da como normal que los hijos de un funcionario natural de Palencia destinado a Cataluña hayan de ir a una escuela donde sólo se enseña en catalán. Y que si no quiere que lo hagan, tenga que acudir a los tribunales; y que, aunque le den la razón, es bastante difícil que el ejercicio de ese derecho a estudiar en la lengua oficial de España pueda ser ejercido en la práctica. Es decir, que sin otro remedio tienen que aprender una lengua tan respetable como el catalán, pero que hablan sólo 10 millones de personas, frente a los 570 millones que hablan español en nuestra nación y en toda América, incluidos Estados Unidos. Sé que son obviedades. Perdonen que les haya hecho perder el domingo con ellas, pero es que al ver cómo aquí las anormalidades se consideran ya normales me hierve la sangre. Española, por supuesto.

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