Carlos Aranda - TRIBUNA

A vueltas con el alcalde Ramón de Carranza

El equipo de Gobierno se ocupa en reescribir demagógicamente la historia con graves difamaciones hacia personas fallecidas que no se pueden defender

CARLOS ARANDA

Al recibir la noticia del cambio del nombre de la Avenida y del Estadio Ramón de Carranza y muy especialmente de los argumentos y calificativos esgrimidos para ello sobre este histórico alcalde, no puedo si no expresar mi rechazo hacia esta medida adoptada por un equipo de gobierno municipal que, en lugar de ganarse el sueldo que los ciudadanos les pagan gestionando el buen funcionamiento de los servicios municipales que todos precisamos, se ocupa en reescribir demagógicamente la historia con graves difamaciones hacia personas fallecidas que no se pueden defender. Rechazo porque en lugar de preocuparse por el bienestar presente y futuro de los gaditanos, se dedican desde sus cargos de responsabilidad municipal a reabrir las heridas de tiempos de nuestros abuelos cavando nuevas trincheras que nos dividen y envenenan. Pero también mi absoluta decepción y rechazo hacia el grupo municipal socialista que, apoyando este cambio, da por buenos los gravísimos calificativos de «fascista» y «asesino» que el Teniente de Alcalde y concejal de Memoria Democrática Martín Vila ha dedicado a Ramón de Carranza desde un radicalismo alejado de la actitud prudente y el recato expresivo que ha de emplear un representante institucional.

Hay que reconocer que estos políticos de Podemos y sus coaligados de Ganemos Cádiz (Izquierda Unida o con la denominación que en el futuro se quiera revestir el Partido Comunista) son especialistas en dividir y enfrentar a la ciudadanía. Hay que reconocer también que, por gobernar en minoría en el Ayuntamiento gaditano, hacen todo esto con el necesario apoyo del grupo municipal socialista que cada dos días critica la gestión del equipo de gobierno municipal para intentar hacernos olvidar que José María González, Martín Vila y demás correligionarios están donde están y perpetran la tropelías y sandeces que todos padecemos gracias al imprescindible apoyo del PSOE.

El argumento de que actúan en cumplimiento de una ley no puede servirles de excusa para convertir las viejas fosas en nuevas trincheras y el relato histórico en anacrónicas consignas panfletarias para, contagiados por el veneno del sectarismo que ahoga el discernimiento ecuánime de la verdad, acabar creando problemas donde no existían y provocando tensión donde antes había paz.

Resulta difícil comprender para qué sirve todo esto salvo para tapar la falta de gestión en los servicios municipales y contentar a una fácil clientela electoral que responde al ruido con más ruido y hace del frentismo cainita su principal estrategia política y seña de identidad.

Resumiendo a simples pinceladas algunos de los momentos que más vienen al caso de la densa biografía del histórico personaje vilipendiado por nuestros actuales regidores, podemos decir que antes de desembarcar en la política Ramón de Carranza fue ilustre marino alcanzando el empleo de contraalmirante y recibiendo en el conflicto de Cuba la Cruz Laureada de San Fernando (la más alta condecoración por méritos de guerra). Posteriormente y como alcalde, su compromiso con el desarrollo de la ciudad se plasma en un número extraordinario de realizaciones con las que continuó y superó la política de fomento de su antecesor Agustín Blázquez: abrió centros asistenciales y diversos colegios públicos de los que aun prestan servicio los de Campo del Sur (inicialmente dedicado a Casa de Maternidad) y San Rafael. Municipalizó los servicios de agua, luz y de recogida de basura. Además de ello y para luchar contra la insalubridad existente en la ciudad, mejoró el alcantarillado, la limpieza y riego de las calles, estableció normas de higiene para los establecimientos hosteleros y de venta de alimentos, remodeló profundamente el mercado central dotándolo de modernas instalaciones, construyó un nuevo y más moderno matadero, clausuró el incontrolado vertedero del Campo del Sur sustituyéndolo por otro bien instalado fuera de la ciudad y dotado de horno crematorio. Preocupado por la conservación y embellecimiento urbano, emitió bandos para la protección de portadas, rejas y ornatos de las fachadas, finalizó la construcción del monumento a las Cortes de Cádiz, inconcluso y abandonado durante años, pavimentó numerosas calles y casi todas las plazas, extendió el arbolado por diversas zonas de la ciudad, alumbró y reformó los jardines del Parque Genovés y remodeló profundamente el paseo de La Alameda. Apostando por el fomento del turismo para la reactivación económica de la ciudad, construyó el Hotel Atlántico y municipalizó el Balneario Victoria para construir en su lugar el moderno Hotel Playa Victoria, frente al cual acrecentó la organización de carreras de caballos, motos y otros espectáculos deportivos. Para mejorar las comunicaciones e infraestructuras, inauguró el edificio de Correos y los servicios de Telefónica, creó normas de circulación para ordenar el tráfico rodado en el interior de la ciudad, emprendió exitosas gestiones con el ministerio de Fomento que le dotaron de recursos para emprender las obras de ampliación de los muelles, diques y dragado de la dársena del puerto de Cádiz y con el ministerio de Hacienda para la creación del Consorcio de la Zona Franca que será inaugurada pocos años después. Comprendiendo que el futuro desarrollo de Cádiz exigía su expansión más allá de las murallas, recuperó para la ciudad los baluartes de San Roque y Santa Elena y los glacis que pocos años más tarde serán derribados, ensanchó considerablemente la avenida Ana de Villa para facilitar el tráfico rodado e inauguró una moderna plaza de toros en Extramuros.

No procede valorar aquí en detalle los significativos logros y beneficios que, por medio de éstas y otras iniciativas no citadas, la gestión del alcalde Ramón de Carranza aportó a la ciudad de Cádiz entre 1927 y 1931. Lo impide el limitado espacio que para esto ofrece un artículo de prensa y resultaría un esfuerzo inútil para intentar convencer con ello a los que con un rencor rescatado de tiempos lejanos, naufragan en la insolvencia cultural pues no oyen más que por los oídos de sus correligionarios políticos ni leen más que con los ojos de los jefes de fila de su propio partido.

Tan solo apuntar finalmente de la biografía de Ramón de Carranza que después de varios años de eficientísima gestión desde la plaza de San Juan de Dios durante el reinado de Alfonso XIII, ganó con abultada diferencia de votos las elecciones municipales de 1931, aunque sin volver a ser nombrado alcalde porque el Ministerio de Gobernación de la recién proclamada República solo aceptó los resultados de aquellas elecciones en los municipios en los que vencieron sus partidarios políticos. Tras ello fue valiente diputado de Renovación Española en Madrid durante aquel convulso sexenio de bandera tricolor en el que ser monárquico resultaba tan incómodo como peligroso para su integridad física, como quedó demostrado con el asesinato del líder de su partido, José Calvo Sotelo. Finalmente y ya enfermo, en su último año de vida una alocada y trágica Guerra Civil que no admitía tibias equidistancias le forzó, como a tantos otros gaditanos y españoles, a tomar partido entre uno u otro bando pero nunca a matar ni ordenar matar a nadie. El que hoy es tildado de «fascista» y «asesino» con tan irresponsable y dañina ligereza por el incendiario Martín Vila fue nombrado nuevamente alcalde al comienzo de la contienda, renunciando a dicho cargo al cabo de un año. Ramón de Carranza murió poco después del inicio de la Guerra Civil, antes de que se afianzara el régimen franquista y mientras buena parte de los sublevados aun confiaban estar luchando por la restauración de la monarquía. Dejó este mundo con la tranquilidad de conciencia y el sentimiento de paz que se derivan de haber cumplido con su obligación habiendo trabajado mucho y bien por la modernización de la ciudad y la mejora de las condiciones de vida de los gaditanos. Así ha quedado recogido en la historia. Ojalá todos puedan decir lo mismo.

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