Felicidad Rodríguez

Vuelta al cantonismo

La propaganda institucional, y la enseñanza han extendido la impresión de que la soberanía catalana ha estado intervenida o que España ataca la dignidad de los catalanes

Hemos sabido que Iglesias pidió al Alcalde que acogiese la asamblea de cargos a favor de un referéndum pactado en Cataluña. Y que el Alcalde, con buen criterio, aunque sin someter el asunto a la ciudadanía para que se manifestase, rechazó el ‘regalito’. Pensaría el líder de Podemos que, puesto que Cádiz ya se constituyó en Cantón independiente bajo el liderazgo de Fermín Salvochea, allá por 1873, el regidor gaditano saltaría de alegría con la propuesta. Pero ha llovido desde entonces. Si algo ha permitido que los europeos hayan tenido el período de paz más largo de la historia ha sido, precisamente, su unión, aún cuando ello significase la cesión de parte de su soberanía. De paz y, también, de bienestar.

Por eso no deja de sorprender que una de las regiones europeas con mayor grado de autonomía abogue por la separación, máxime cuando ha sido también una de las regiones más favorecidas y mimadas por España y Europa. Ahora con la salida de empresas a raíz de la proclamación, no proclamación, de la independencia, ha sorprendido el número tan elevado de ellas; empresas que si tenían su sede en Cataluña, en lugar de tenerla en Andalucía, Extremadura o Galicia, sería por algo. Posiblemente, en ello haya tenido que ver tanto la educación, que ha desembocado en las generaciones de la CUP, como la maquinaria propagandística de la Generalitat que ha costado, que nos ha costado a los españoles, muchos millones. Porque el dinero no ha caído del cielo cual tormenta tropical.

Pero los argumentos inculcados y aducidos, en uno y otro caso, han sido similares, haciéndose uso de la supuesta defensa de principios que alcanzan la fibra más profunda de la gente, aunque con una interpretación torticera que, al final, resulta en una masiva manipulación ideológica. Así se ha llegado a manipular principios tan nobles como democracia, dignidad, soberanía, solidaridad, diversidad o defensa de la cultura, entre otros. Porque han sido esos los principios que se han alegado para justificar el proceso de independencia. La propaganda institucional, y la enseñanza, han extendido la impresión de que la soberanía catalana ha estado intervenida o que España ataca la dignidad de los catalanes y les roba. Para defender este último argumento, el lema usado ha sido el del término ‘solidaridad’, que ya hay que ser retorcido. Y, por supuesto, que la lengua y la cultura catalana han sufrido una persecución intolerable durante siglos, estando amenazadas por la globalización, la preeminencia del español, los ataques al modelo educativo o la inmigración.

Curiosamente esto último choca con otro de los argumentos utilizados, el de la defensa de la diversidad. En el territorio europeo, sin contar España, se hablan cientos de lenguas pertenecientes a familias lingüísticas diferentes (bretón, casubio, carelio, córnico, corso, feroés, frisón, friulano, gaélico, gagauzo, etc. etc. etc.) y es lógico pensar que sus hablantes tengan también culturas y tradiciones propias. Dudo, en cambio, que todas tengan la protección de las que disfruta el catalán. Y, si todas ellas, usando los argumentos de la Generalitat, inician procesos de independencia, podríamos encontrarnos, otra vez, con un cantón gaditano. Porque para cultura y lengua, la gadita.

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