Yolanda Vallejo - HOJA ROJA

Lo que la verdad esconde

Se trata de decir la verdad. Y la verdad es que esto se está convirtiendo en una película del oeste. O estás conmigo, o estás contra mí.

Yolanda Vallejo
CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Hay días en los que se amontonan los acontecimientos y si no anda una con ojo, corre el riesgo de confundirlo todo, carnaval chiquito, mitin del PSOE y salida de Elcano –lo del colectivo Cádiz 2017, lo de su entusiasmo porque esto sea «como las motos pero más barato», y lo de los legionarios de Málaga, mejor ni lo comento–, y puede terminar creyendo que María Dolores de Cospedal ha venido a Cádiz para despedir a Pedro Sánchez o acabar cantándole el vaporcito a los guardiamarinas. A estas alturas, quien sabe. Es todo tan verosímil que a veces aceptamos por verdadero algo que no lo es, quizá porque no nos atrevemos a decirlo. Señalar continuamente que el emperador va desnudo es un trabajo cansino, y más en esta ciudad, donde se escribe mucho –el género epistolar, ya lo sabe, cotiza al alza– pero se lee muy poco.

Por eso vuelvo, de cuando en cuando a uno, de los mejores textos que ha escrito Fernando Savater, el ‘Diccionario del ciudadano sin miedo a saber’, que debería ser obligatorio en las escuelas –en las públicas y en las privadas– y en los plenos municipales. Es un librito muy corto, muy claro y muy certero. Escuece un poco su lectura, pero es efectiva, porque desinfecta bastante la mente y la cura de prejuicios. Voy a la entrada Sectarismo. Y dice el filósofo: «El sectario valora las instituciones, no en cuanto garantías para que todos puedan jugar libremente, sino sólo en la medida que se presten a ser utilizadas al servicio de su propia ideología: lo que no me sirve para ganar, debe ser desprestigiado e inutilizado». Y cierro el libro. Y leo las noticias. Y empiezo a comprender.

Yo no he recibido la carta del Ayuntamiento para que escolarice a mis hijos en la escuela pública. La he pagado, eso sí, porque –espero– mis impuestos van a las arcas municipales de donde ha salido la misiva, en la que se desea a padres y madres que la vida escolar que inician sus hijos «sea un camino lleno de felicidad» –la poesía, que no falte– en alguno de los 16 centros que publicita. Acompaña al texto de la Concejala de Enseñanza, otra carta firmada por Flampa Gades –también la hemos pagado entre todos– en las que se recuerda que los colegios públicos tienen Ampas, comedores, logopedas, familias monoparentales, desestructuradas y de «diferente nivel económico», como si en Cádiz, ciudad de tiesos –porque tiesos estamos todos–, fuese esto un mérito. En fin, la carta no dice nada que no sea rigurosamente cierto, ni tremendamente plausible. Estoy de acuerdo con ella de principio a fin.

Pero, por lo que le dije antes de Savater y del sectarismo, no puedo estar de acuerdo en el método empleado para esta campaña, por mucho que la concejala diga que «desde la concertada tienen recursos para difundir sus bonanzas y todos los servicios que se ofrecen, a diferencia de la pública». Cierto es que los colegios concertados o privados hacen publicidad de sus centros. Aunque creo que lo hacen a costa de sus propios recursos, es decir, lo pagarán las fundaciones titulares, los padres, las Ampas o mi vecina la del cuarto, me da igual. No lo pago yo, ni lo paga usted. Y mucho menos aceptaría que las campañas publicitarias de los colegios privados o concertados las pagase el Ayuntamiento. Admitiría, en todo caso, que desde la Delegación de Enseñanza, se informase a los padres y madres de los niños en edad escolar de cuáles son los colegios que componen el mapa educativo de la ciudad y cuáles son las características de cada uno. Porque, hasta donde me llega el entendimiento, los colegios concertados –en Cádiz no hay ni uno privado– entran en la timba de puntos que propicia nuestra Junta de Andalucía imparable en las mismas condiciones que los públicos.

No se trata de una defensa de lo público frente a lo privado, ni entraré en el debate antiguo y casposo del elitismo –me río yo del elitismo de Cádiz– de la concertada. Cada padre y cada madre tiene legítimo derecho de llevar a sus hijos al centro que mejor le parezca y por las causas que mejor estime convenientes; lo dice la Constitución, no es que lo diga yo.

Se trata de decir la verdad. Y la verdad es que esto se está convirtiendo en una película del oeste. O estás conmigo, o estás contra mí. Todo se pone en práctica con la teoría de los opuestos, intentando provocar fracturas escondiendo la verdad.

Al final, a pesar de la carta y a pesar de los esfuerzos, cuando salgan las listas de admitidos en los centros, la realidad se impondrá de nuevo al deseo. Lamentablemente, todo hay que decirlo, porque yo sí creo que la educación debe ser pública y gratuita; igualitaria y de calidad; integradora y progresista, una escuela pública de calidad.

Pero la verdad es que no lo es. La lamentable situación por la que pasa la educación pública en España, y en Andalucía, con escasez de recursos, con situaciones laborales precarias para el profesorado, con instalaciones que dejan mucho que desear, tiene unos culpables, unos responsables con nombre y apellidos. Pero eso no venía en la carta de la concejala. Una lástima.

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