Tres deseos

Los Reyes Magos le han traído a mi hija una cocinita

Ignacio Moreno

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Una cocinita. ¡¡¡Una cocinita!!! Los Reyes Magos le han traído a mi hija una cocinita. Valiente desfachatez. Menudos fascistas retrógrados estos Melchor, Gaspar y Baltasar, exponentes máximos de la opresión que el heteropatriarcado ejerce sobre nuestros niños y niñas, sobre nuestros churumbeles y churumbelas. Cuando ayer por la mañana entré en el salón no podía dar crédito a lo que veían mis ojos. Junto a la cocinita, para colmo, había una muñeca rubia, de estilizada figura. No pronunciaré su nombre porque además de la opresión que ejercen los cánones femeninos de belleza, representa el capitalismo más rancio que importamos desde EEUU. Con lo bonitas que son esas muñecas rusas de madera que se van metiendo unas dentro de otras. De toda la vida a las niñas les han gustado mucho más que una Barbie –ya lo dije– o un Nenuco. Tres chocolatinas, tres, de las que le habían dejado en los zapatos tuve que tomarme de una tacada para tratar de reponerme del disgusto. Y aún no lo había hecho cuando llegó el remate. Mi otra hija llamó a su primo para preguntar qué le habían traído a él. Y cuando pronunció las tres palabras a punto estuve de caer desplomado: «Una pistola láser».

Rápidamente ordené –perdón, sometí a votación plural y abierta a la ciudadanía de mi casa¬– que nos vistiéramos todos para ir a casa de la abuela._Allí, todo el círculo familiar compuesto por la matriarca, hermanos, cuñados, primos y sobrinos estuvimos debatiendo y buscando soluciones a tan compleja situación. Y se decidió por unanimidad que la cocinita fuera reducida a pedazos. Las muñecas, enviadas a una comuna de un pueblo de Barcelona, donde dan talleres de empoderamiento de no sé qué para que las exhiban como ejemplo de las reminiscencias que aún nos quedan de la represión franquista. Y la pistola láser la arrojaremos a un contenedor a plena luz del día, para que todos vean que en esta familia no somos belicistas. Aún a riesgo de que el Ayuntamiento nos multe por abrir el contenedor antes de las 21.00 horas. Esperemos que estas medidas, duras pero necesarias, salven a nuestros pequeños de acabar siendo mujeres oprimidas por las sociedad y hombres que sólo deseen conquistar galaxias perdidas utilizando para ello la fuerza.

En fin, yo sólo pedí tres cosas. La primera y principal –en la que de verdad espero que me hagan caso– es mucha salud para todos. Como segundo regalo, que de una vez por todas este país se meta de lleno en la normalidad económica, que el empleo se estabilice para que muchas más familias puedan ver cumplidos sus deseos. Y como tercero, ya de relleno, es que 2018 sea el año en que podamos hablar con libertad y sin temor a que los adalides de lo absurdamente correcto nos pasen por el filtro de sus prejuicios. Aunque este último deseo no tengo muchas esperanzas de que se cumpla.

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