OPINIÓN

Se trata de mi otoño

También resulta ardiente la vida durante su otoño, tiempo de sosiego y amores maduros, de sabiduría y regalado acomodo

Julio Malo

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También resulta ardiente la vida durante su otoño, tiempo de sosiego y amores maduros, de sabiduría y regalado acomodo. Los japoneses, que mantienen la expectativa de edad más elevada del mundo, sostienen que nuestro paso por la tierra se distribuye en tres etapas, más o menos de treinta años cada una: etapa de aprendizaje y formación, vida laboral plena, y la edad del reposo. Todas las culturas han cuidado y respetado a sus mayores; en las sociedades primitivas, el consejo de ancianos dirigía la tribu, tal como aún ocurre con ciertas comunidades alternativas, como los ‘amish’ de Estados Unidos. Sin embargo, la pérdida de los valores tradicionales y de la cultura socialdemócrata en el modelo político ‘neoliberal’, conducen a la prevalencia del principio de competitividad frente al de solidaridad. Y eso provoca la desprotección de los colectivos más frágiles, como el de quienes hemos alcanzado «la edad roja de todos los peligros», en palabras del poeta Joan Margarit. Amplio grupo que se enfrenta al progresivo deterioro de las pensiones, garantía de supervivencia y de bienestar una vez que termina la vida laboral, por eso las calles de España han sido atravesadas por una marea plateada de orgullo vindicativo.

El derecho a una jubilación digna y suficiente es principio básico de toda sociedad democrática, y como tal se reconoce en la declaración de los derechos humanos proclamada por la ONU el 10 de diciembre de 1948; recogida a su vez por nuestra Constitución, mediante la cual se establece que los poderes públicos deben garantizarla. Sin embargo, el costo de las pensiones no se incluye en el conjunto de los gastos corrientes del Estado, sino en contabilidad independiente, una inexplicable «hucha de las pensiones». La prestigiosa economista Miren Etxazarreta, catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona, llama la atención sobre esta anomalía, pues se trata de un gasto público semejante al del mantenimiento del ejército y otros compromisos del Estado. Sin embargo, no solo se han rebajado las pensiones de hecho, al subir muy por debajo de los incrementos del costo de la vida, también se ha elevado la edad de jubilación; y todo ello se justifica en base a supuestos desequilibrios contables de la perversa hucha.

Hay que contar además con la presión de la Banca, no solo para atraer inversiones en planes de pensiones que suponen un negocio financiero muy rentable, sino aún más, para alcanzar la privatización del sistema, según el modelo que implantó en Chile la dictadura del general Pinochet; o tal vez un sistema mixto, de manera que el Estado solo garantizaría un mínimo vital, y el resto se obtendría mediante la capitalización de ahorros a través de aseguradoras dependientes de entidades financieras, en cualquier caso sería para éstas un buen cambio del sistema, pero muy malo para la gente. El gobierno se desenvuelve, con medidas vacilantes, entre las presiones del Poder Financiero y los intereses de los pensionistas, que en buena medida forman una parte importante del electorado que lo sustenta. Resulta chocante que el PP lamente la «politización» del problema, ya que precisamente la política consiste en eso, como sostiene el economista grecoaustraliano Yanis Varoufakis, las medidas económicas no son un problema de contabilidad sino decisiones políticas. El nuevo gobierno portugués ha conseguido en dos años subir el salario mínimo y las pensiones hasta un 25%; reduciendo además el paro al 8%; así ha superado la precariedad de su pasado inmediato. Mejor aprender de ese proceso cercano.

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