Je suis chiringo

Los chiringuitos han quedado arrasados y desalmados seríamos si no fuéramos a su rescate como ellos acuden siempre a salvar nuestra alegría

JOSÉ LANDIZ

Casi todos hemos pasado grandes ratos allí pero si algo caracteriza a la sociedad gaditana, y a todas, es su ingratitud. He disfrutado especialmente de la excelencia y el encanto de Pikachos, Bebo y Nahú pero da igual, no viene al caso recitar los que nos gustan más porque cada uno tendrá sus favoritos y ante la embestida del mar, ante la crueldad de la naturaleza, todos son el mismo, todos somos uno.

Los chiringuitos han quedado arrasados y desalmados seríamos si no fuéramos a su rescate como ellos acuden siempre a salvar nuestra alegría. Son muchos los que han perdido y espero que las administraciones respondan en forma de subvenciones y ayudas, de impuestos exonerados. Igual que comparten beneficios con la sociedad, ahora debemos atender sus pérdidas. Se arriesgaron como navegantes antiguos en angostos mares. Por su pueblo, por crear riqueza, por Cádiz. Lo hicieron pese a que les advirtieron de que el suelo se podría hundir bajo sus pies. Ha llegado el momento de devolver todo lo que esos héroes anónimos (ya no tanto) han hecho por nosotros. Cualquiera puede recordar su servicio, casi social, sin distingos entre clientes. O sus precios, casi populistas más que populares. Su amabilidad extrema sin excepción. Y sobre todo, su cuidado sin falla de un entorno excepcional que es de todos, que los gaditanos quieren como a nada más. Ellos –a cambio de casi nada– cuidan la playa cuando menos visitantes tiene, cuando no es prudente frecuentarla. Tratan de conservarla hasta la primavera, siempre al pie del cazón.

Junta o ecologistas, incluso algún vecino, nunca supieron entender ese sacrificio. Además de ignorarlo, llegaron a criticarlo. Los derrotistas ponen mil trabas y controles. No les dejan ocupar la superficie que consideren, ni diseñar los locales como les plazca. Como si el gremio hostelero no fuera digno de toda confianza.

No me venga nadie con que los empresarios tratan de ganar dinero. Para eso hay muchos negocios mejores. Como todos los hosteleros, su prioridad es ayudar a la comunidad, impulsar un sector esencial, dar esplendor diario, con denuedo, a la marca Cádiz y crear empleo. Sobre todo, empleo. De calidad, bien remunerado, regulado al detalle. De no ser así, no creo que las plantillas hubieran acudido como retenes a tratar de salvar sus locales de las olas. Haga examen de conciencia. A ver si usted o yo iríamos a la oficina para salvar ordenadores si hubiera inundación o incendio. Por algo tendrán ellos ese apego a su lugar de trabajo y nosotros, no.

Sólo espero que la legendaria solidaridad de la capital gaditana sirva para recoger firmas y fondos con los que respaldar a estos locales. Ya dejamos morir Moral, Goya o El Gitano Rubio. Cádiz no puede perder más negocios ni más hostelería. Grita conmigo: je suis chiringo.

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