OPINION

Sputnik

Creo que fue en torno a 1960, cuando aún disfrutábamos una infancia alegre y desalmada

Julio Malo

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Creo que fue en torno a 1960, cuando aún disfrutábamos una infancia alegre y desalmada; un grupo de pillastres formamos un equipo de hockey sobre patines, tan divertido como poco habilidoso, allí estaban: Pablo Juliá, Uquito Paredes, Juan Acuña, entre otros pequeños proscritos. Se llamaba Sputnik y participaba con escaso éxito en competiciones organizadas en la pista de la cual disponía nuestro colegio para la práctica de ese deporte muy popular en la España de posguerra, como alternativa pobre al británico hockey hierba o al escandinavo hockey sobre hielo. Recuerdo que a mi padre le sorprendía que no se pusieran objeciones a un nombre soviético en plena guerra fría, ni por los religiosos que regentaban el Colegio, ni por parte de los profesores de deporte, entonces vinculados a la Falange. Pero lo cierto es que el comienzo de la conquista del espacio seducía por encima de rivalidades ideológicas. Sputnik significa en ruso satélite, el primero de los cuales fue lanzado en octubre de 1957, al cual le siguió en noviembre un Sputnik 2 que trasportó a Laika, una perrita callejera, la primera astronauta cuya popularidad ha trascendido al tiempo, como lo muestra el exitoso programa televisivo ‘Órbita Laika’, de divulgación científica en clave de humor, emitido por La 2 de TVE desde diciembre de 2014.

La pasión por los mundos lejanos ya aparece en los inicios de la cultura soviética, como muestra la película muda ‘Aelita’ (1924), filmada por Protazánov según una novela de Tolstói que relata un viaje a Marte para dirigir una revolución con la complicidad de la reina de los marcianos, y resulta ser la primera cinta completa que se conoce sobre viajes a los astros. Pero el impulsor de la carrera espacial fue Nikita Jruschov, obrero metalúrgico que fue un héroe en la batalla de Stalingrado, y ocupa la presidencia de la Unión Soviética entre 1958 y 1964, tras un discurso ante el XX Congreso del Partido en el cual denuncia los crímenes de Stalin. Este nuevo dirigente promueve la democratización y apuesta por un ambicioso programa astronáutico que sorprende al mundo y enorgullece a la población rusa, llegando a convertirse en símbolo de la prosperidad y del poder soviéticos.

Jruschov fue depuesto por una conspiración encabezada por Bréznev que supuso la vuelta a políticas autoritarias, así como un notable declive económico, en medio del cual se revela la inutilidad de la carrera espacial. Los americanos que iban muy a la zaga en tan dudosas conquistas, alcanzan un éxito mediático en julio de 1969 mediante el alunizaje del Apolo 11, comandado por Neil Amstrong («un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad»), que se trasmitió en directo a través de imágenes cuya veracidad algunos físicos cuestionaron en su momento. Más recientemente, la esposa de Stanley Kubrick declaró que fueron rodadas en la Tierra por su marido, lo cual ya importa poco pues la idea de colonizar otros planetas se ha abandonado por dificultosa y estéril. Por otra parte, la mecánica cuántica y la teoría de las cuerdas indagan acerca de un universo plural más cercano, y desde luego esas naves que iban a ocupar Marte ahora sirven a las comunicaciones avanzadas desde la superficie terrestre. Siempre nos quedarán las ‘Crónicas Marcianas’ de Ray Bradbury, o ese cuento de Asimov en el cual la música clásica salva a la Tierra de ser destruida por una gigantesca aeronave alienígena, y otras tantas delicias de la ciencia ficción.

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