El Apunte - OPINIÓN

Un rincón del paraíso busca comprador

Crece el interés de los inversores por Cádiz, ahora debe ser la administración la que regule qué uso se le dará a los nuevos inmuebles

Que Cádiz es una de las ciudades con más encanto de España no es sólo una afirmación nacida del chovinismo carnavalero. Su luz, su mar, su gastronomía y, sin exagerar, la amabilidad de sus vecinos, la hacen uno de los destinos predilectos de muchos ciudadanos españoles. Y sin embargo, desde hace décadas, sus inmuebles languidecen, sus fincas se abandonan y sus barrios se despueblan. La crisis económica provocó que la ‘Señorita del mar y Novia del aire’ (como definió a la capital el siempre certero José María Pemán) se fuera quedando sin pretendientes. Pero la situación, a tenor de los últimos datos, se ha ido revirtiendo.

Así, Cádiz ha vuelto a suscitar el interés de pequeños inversores, que han visto que pese a la sal y la arena que se han ido acumulando en muchas de sus fincas, la ‘Sirena del océano’ (Lord Byron dixit) tenía unas envidiables perspectivas de futuro. De futuro económico, que es lo que suele interesar a quien invierte su hacienda. La adquisición de fincas en la capital se ha incrementado en un 42% en lo que va de año. Los lugares que han redescubierto estos exploradores económicos son el eje San Francisco-Mina, el Mentidero, el Falla y Candelaria. Los lugares más clásicos de la ciudad, en los que todos hemos jugado de pequeños, son también los que se consideran como más apropiados para, una vez restaurados, poder dedicarlos a alojamiento turísticos y vivir de las rentas.

Ahora, una vez que parece que la inversión privada se ha recuperado, l e toca a la Administración mover ficha . Quien tiene una propiedad tiene el derecho de hacer con ella lo que le plazca respetando siempre el marco legal en el que se asienta. Y ese marco legal debe establecer cómo se ordenan esos usos turísticos para los que parece querer dedicarse buena parte de la inversión inmobiliaria. Por el bien de los vecinos y del propio sector turístico. Porque sólo legislando previamente evitaremos que se nos amargue la ‘Salada claridad’.

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