José Mª Caravaca de Coca

Los primeros vuelos en globo de la provincia (y 2)

Capitán de Navío (RR)

Grabado de vista de Cádiz en 1855. :: Alfred GUESTON (Biblioteca del Congreso de los EEUU).

José Mª Caravaca de Coca

Siguiendo con los vuelos en globo de los pioneros en nuestra provincia, fue una aeronauta francesa quien en febrero de 1.850 solicitó permiso al gobernador civil, para «dar funciones de su profesión», según la documentación que se conserva en el Archivo Provincial. En la solicitud decía ser Mme. Bertrande Senges y que «resulta de la certificación que acompaña expedida por Mme. Arban es aeronauta francesa habiendo ejecutado ya en compañía de aquella dos ascensiones».

El alcalde de Cádiz decía que no veía inconveniente ninguno para que se autorizasen los vuelos y es más, en el Cabildo Capitular del 28 de febrero de ese año de 1.850 se trató el tema y se decidió apoyar a la intrépida aeronauta, lo que da idea de la importancia que hubieron de tener estas funciones.

Mme. Bertrande solicitó también un salvoconducto y cuantas medidas fuesen convenientes «a la seguridad de la aeronauta y conservación del orden en la función».

En esta ocasión y dado que el vuelo de Mr. Arban en 1.848 sobrepasó a los municipios próximos, el gobernador mandó insertar en el Boletín de la Provincia del 4 de marzo, el anuncio de que habiendo autorizado la ascensión, desde la Plaza de Toros de Cádiz, prevista para el domingo 10 y como no era posible saber la dirección que tomará el globo hacía el encargo a todos los alcaldes se le prestasen los auxilios «correspondientes que su sexo, clase y estado reclamen».

La ascensión no se pudo hacer el día anunciado por defecto del llenado del globo. El alcalde accidental, Gargollo, informó al gobernador que hubo de suspender el acto y que tomó la decisión de intervenir el producto de la venta de las entradas para evitar altercados. Lo intentó de nuevo el domingo 17 y en esta ocasión la meteorología fue totalmente adversa, por lo que tampoco pudo verificar la ascensión anunciada.

A Mme. Bertrande de Senges se le complicaron las cosas ya que la Fábrica de Gas, por un lado, y la Empresa de Beneficencia que había instalado bancos y sillas adicionales en la Plaza de Toros, por otro, le pidieron al Gobernador que del dinero intervenido se les pagase.

Lo volvió a intentar de nuevo el día 31 de marzo y en esta ocasión, dijo la Prensa, que «casi se desconfiaba tuviera efecto, pero el público fue agradablemente sorprendido» y que «la aeronauta dio pruebas de un valor y de una serenidad verdaderamente admirable en su sexo». Se decía, también, que «era, de pequeña estatura, cuerpo esbelto y tez clara, llevaba su cabellera rubia rizada ceñida con un hilillo de plata. Vestía, con traje liso de raso negro». Tenía 22 años. Viajó así hasta San Fernando cuyo alcalde informó al Gobernador que siendo como las tres de la tarde descendió en el sitio llamado Huerta de Las Anclas y que se le había prestado los auxilios que necesitó. La prensa dijo que «los vecinos de dicha ciudad le significaron de mil maneras sus simpatías».

Mme. Bertrande, dejó la ciudad de Cádiz, una vez resuelto el tema de sus deudas, para ello, antes hizo una petición al Gobernador para que se dignase a rebajar la cantidad que creyese conveniente atendiendo, decía, a su desgracia. El hecho es que en cuanto a las sillas se le eximió del pago del alquiler y se le comunicó «solamente abonará por vía de limosna la pequeña suma que quiera dar».

Volvió pronto a Cádiz Mme. Bertrande, quizás atraída por el trato recibido; en diciembre volvió a pedir permiso exponiendo que era una aeronauta acreedora de atenciones ya demostrada en su ascensión del 31 de marzo en esta ciudad.

Se anunció su función en el Boletín para el 19 y luego para el 26 de enero de 1851, pero las condiciones del tiempo no lo permitió en ninguno de esos días. Parece que Mme. Bertrande no quería seguir defraudando al público y el domingo 9 de febrero, a pesar del viento del Norte lo intentó y… fue lo que la Prensa, ‘El Clamor Público’, tituló ‘Ascensión Desgraciada’.

En efecto, su precipitación en la decisión podría deberse a lo que en la Prensa se decía y era que necesitaba «siquiera compensar los grandes gastos que la han ocasionado las demoras inevitables de su ascensión». Después de pasear por la plaza, vestida de la forma y con la elegancia que hacía gala en todas sus funciones, tomó su sitio en la barquilla, se elevó rápidamente y fue arrastrado su globo hacia «mar adentro en el Campo del Sur» en donde se agolpó la gente. El vuelo apenas duró diez minutos. Ante el peligroso rumbo que de manera inevitable tomaba, tomó la decisión de forzar amerizar con el globo. La aeronauta manejó las válvulas para perder altura y cuando pudo saltó al agua lo que originó que el globo, al perder peso, se volvió a elevar momentáneamente cayendo luego de forma incontrolada hundiéndose a continuación. Las embarcaciones de auxilio no se percataron inicialmente que la aeronauta había abandonado el globo por lo que se dirigieron al globo caído en el mar y que empezaba a hundirse, ante la angustia de los que lo observaban todo desde la ciudad de Cádiz. Finalmente, al oír sus gritos pidiendo auxilio se dieron cuenta de lo sucedido recogiendo a la intrépida aeronauta estando ya desfallecida pero que se había salvado «merced a un aparato que llevaba en su cintura que la mantuvo sobre las aguas», decía la prensa, así como que cerca ya del anochecer entró en Cádiz siendo recibida por multitud de personas que ocupaban el muelle. Esa misma noche, la aeronauta, se presentó en el Teatro Principal haciendo su entrada al comenzar «el tercer acto de Lucrecia Borgia», siendo acogida con una triple salva de aplausos».

Demostró la Provincia de Cádiz en esos momentos el apoyo a las nuevas tecnologías que se abrían paso y a quienes se esforzaban por el avance científico.

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