Ignacio Moreno bustamante

El rey de las ‘posverdades’

Hasta tal punto le compraron la moto, que hoy día es el ‘masca’ de la ciudad, el gobernador de San Juan de Dios, el líder del pueblo oprimido por veinte años de ‘Teofilato'

Ignacio Moreno bustamante
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Sinceramente, no tengo muy claro qué diablos significa la última estupidez que se han inventado los políticos –unos más que otros– y que han dado en llamar «posverdad». Viene a ser algo así como «yo me invento cualquier cosa durante la campaña electoral, apelo a los sentimientos de mis potenciales votantes, juego con su indignación y sus ilusiones, y luego ya veremos». En realidad, no es un término nuevo. Ni siquiera español. Pero lo que es seguro es que se trata de un engañabobos como otro cualquiera. Para quien quiera dejarse engañar, claro está.

Hay quien piensa que el primero en utilizarlo fue Mariano Rajoy, quien en su primera legislatura prometió no subir los impuestos y luego nos frió bien fritos a todos.

Bien es cierto que, a la postre, sus medidas han servido para recuperar la economía española, que se quedó bajo mínimos a causa de una crisis galopante. También Susana Díaz nos metió dobladas unas cuantas ‘posverdades’, sobre todo en materia de educación y sanidad, las joyas de la corona que si algún día llegaron a ser de oro, hoy son de hojalata. Mareas verdes, blancas y de todos los colores así lo corroboran.

Pero sin duda, el rey de la ‘post-truth’ –así la denominan los cursis–, es el insigne alcalde de Cádiz. Durante meses, en sus discursos, prometió tal cantidad de imposibles que llegó a convencer a 18.000 gaditanos. Hasta tal punto le compraron la moto, que hoy día es el ‘masca’ de la ciudad, el gobernador de San Juan de Dios, el líder del pueblo oprimido por veinte años de ‘Teofilato’. A saber, según contaba y cantaba, volverían los que tuvieron que marcharse porque crearía puestos de trabajo para todos. También habría viviendas a punta pala. Allá donde un propietario no morase, en un ejercicio de egoismo sin igual, moraría un vecino que no tuviese techo. Nuestras fuentes de energía, que nos habían convertido sin darnos cuenta en una ciudad de desalmados y sin conciencia con el planeta por encender una estufa en invierno, serían todas verdes y limpias. Limpísimas.

Y sobre todo –hagamos aquí un redoble de tambores– la gran preocupación que no dejaba dormir por las noches a todos los gaditanos, el eterno sinvivir que sumía a la ciudad en negro pozo de desasosiego, sería solventado por arte de magia de su bastón de mando: las empresas que dan servicio al Ayuntamiento serían remunicipalizadas. Aleluya. Al fin un servidor público daría solución al origen de todos los males. Los camiones de basura, del Ayuntamiento. Los autobuses, del Ayuntamiento. Los aspersores para regar los jardines, del Ayuntamiento. Albricias.

Pero ahora, casi dos años después, han hecho cuentas. Y no es viable. Era mentira. Era ‘posverdad’. Y ellos lo sabían. No había que ser muy listo. Aunque su estrategia les sirvió. Ahí están los tíos. Contándonos ‘posverdades’ una detrás de otra.

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