Juan Casas Carbajo

Para una buena dirección

Las normas de Maquiavelo siguen siendo útiles en nuestro mundo actual

Un hijo de un amigo, ha accedido a un puesto de responsabilidad en el que tiene que dirigir a una gran cantidad de trabajadores. Me pide alguna orientación sobre cómo actuar para que su trabajo sea eficaz y, a la vez, que sus subordinados le respeten y le aprecien.

Para responder a su petición, me fijo en Maquiavelo y, así, ayudarle a que aborde con éxito las siguientes situaciones con las que, con seguridad, se va a encontrar:

En primer lugar que procure aceptar y respetar las normas que haya establecidas y que si quiere modificar alguna, que lo haga procurando que dicha modificación sea para adaptarlas a la nuevas circunstancias y procurando mantener un equilibrio entre los partidarios del cambio (que pueden intentar sacar tajada por apoyarle) y los conservadores, haciéndoles alguna concesión, de tal manera que puedan aceptar los cambios sin ver su dignidad ni su amor propio ofendidos.

En segundo lugar que a los colaboradores a los que tenga que elegir entre personas de igual cualificación, que seleccione a la persona menos ambiciosa, entre las que tienen una buena preparación, aunque no sea la más brillante, pero sí que sea honrada, competente y eficaz para las funciones que tenga que realizar y que su actuación repercuta en el bien de la empresa.

En tercer lugar, que se preocupe por conocer los problemas y necesidades de sus subordinados, así como escucharles, pero sin perder nunca su papel, de manera que aquellos sientan su cercanía y que sepan que pueden contar con él en un momento determinado.

En cuarto lugar, que cuente siempre con sus propios recursos sin querer abarcar más de lo que le permitan sus posibilidades y si, en alguna ocasión, tiene necesidad de pedir ayuda que sepa qué pedir y a quien pedírselo, no sea que la ayuda se convierta en una rémora durante años y el remedio haya sido peor que la enfermedad. Por eso es importante que sepa utilizar bien sus recursos, antes de pedir ayuda de fuera.

En quinto lugar, si, como consecuencia de una decisión suya para el bien de la empresa, alguien tiene que salir perjudicado, que intente compensarlo lo antes posible, no sólo para hacerle justicia, sino para evitar que se convierta en su enemigo.

En sexto lugar, cuando tenga que imponer alguna sanción, que sean de las que están estipuladas en las normas de la empresa, y hacer que se cumpla con firmeza, pero sin rencor. Por eso las normas deben ser pocas y claras. Y no tener miedo a hacer que se cumplan, es preferible ponerse una vez colorado que ciento amarillo.

Por último, que evite los aduladores que siempre los hay, dejando claro que le gusta oír la verdad por dura que sea, pero que no permita que cualquiera le aconseje, sino solamente a los que él autorice para ello.

Todas estas normas la he sacado de los consejos que Maquiavelo presenta en su obra cumbre El Príncipe.

Le digo al hijo de mi amigo que si las sigue es casi seguro que no tendrá ningún problema en su nuevo trabajo.

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