La Voz de Cádiz - El Apunte

Ni nómina, ni guardias, ni cámaras, ni vecinos...

Al margen de lo judicial, el caso de los Cachimbas de Puerto Serrano deja para la reflexión varios detalles que deberían de escocer bastante a las conciencias de sus responsables

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El caso del asalto de los Cachimbas a la Jefatura de Puerto Serrano y la brutal agresión que cometieron sobre el agente Juan Cadenas se ha juzgado esta semana durante cuatro jornadas en la Audiencia de Cádiz. Pero, al margen del ruido mediático, de la dramática situación por la que tuvo que pasar y pasa todavía dos años después el policía local y la deplorable y condenable (casi no hay duda de ello) actitud de los autores, confesos, este caso deja sobre la mesa aspectos tan preocupantes como de urgente solución. Poca gente sabe por ejemplo que cuando sucedieron los hechos, aquel 17 de enero de 2015, cuando Juan Cadenas perdió su ojo izquierdo y casi la vida después de que le abrieran el cielo de la boca con un cristal, se le debían ocho nóminas.

Ocho meses llevaban sin cobrar los policías en Puerto Serrano por «problemas presupuestarios». Y aún así, tiró hacia adelante. Tampoco se ha repetido lo suficiente el hecho de que se vieran obligados a enfrentarse a los hermanos en una jefatura de mentira porque cuando los detuvieron los únicos guardias civiles que había aquella noche custodiando toda la Sierra de Cádiz estaban a más de media hora de camino. Los retuvieron como pudieron en una jefatura con cámaras de seguridad «del chino» (no grababan) y con un pestillo de risa.

No importó que se hubiera advertido en varias ocasiones sobre los Cachimbas: en un informe de la Guardia Civil y en al menos dos juntas de seguridad local. Sus andanzas eran bien conocidas en el pueblo y el miedo por lo que pudieran hacer también. Por eso llama la atención dos detalles bastante elocuentes de este temor. En primer lugar que el Ayuntamiento de la localidad no se haya personado como acusación popular para apoyar la valentía que al menos tuvo Juan Cadenas y pedir responsabilidades sobre los daños que sufrieron sus propios equipamientos. Y segundo, que ninguna de las partes hayan llamado a declarar a vecinos como testigos directos cuando algunos de los episodios sucedieron a la vista de muchos ojos. Estos detalles no deberían de pasar por alto.

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