El nombre de los árboles

Los hay majestuosos y diminutos. Con grandes copas y casi escuálidos

Antonio Ares

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Los hay majestuosos y diminutos. Con grandes copas y casi escuálidos. Algunos se elevan a los cielos y otros ocupan el horizonte. Los hay enclenques y algunos imposibles de asir con los brazos extendidos de una cuadrilla de fornidos leñadores. Los hay de raíces profundas y otros de extensa planicie. Algunos son de sombra y otros de sol radiante y abrasador. Algunos tienen frutos suculentos y apetitosos y otros sin embargo son portadores de semillas mortíferas. Algunos se pelan solos cada año y otros mantienen su frondosidad sin apenas notar el pasos de las estaciones.

Me refiero a los árboles, a esos seres vivos que nos aportan lo etéreo de nuestra existencia y que en las ciudades se han convertido en meros elementos ornamentales, cual mobiliario urbano, que aportan algo de exotismo y colorido a parques, avenidas y bulevares.

Nuestra ciudad, a parte de carecer de zonas verdes suficientes para el esparcimiento de su población, viene demostrando su poco espíritu cuidadoso con las existentes. En cuanto al cuidado y mimo de su arbolado, la nota para los responsables municipales del mismo es de un rotundo suspenso. Un recorrido por nuestras plazas y avenidas nos da una idea de cuantos tocones son huella irreductible de una tala indiscriminada. Nuestra conciudadana Purificación González de la Blanca, cofundadora de Agaden e incuestionable ecologista ha acuñado un término para este crimen verde «arboricidio».

El rico patrimonio botánico de nuestra ciudad, que en otra época atesoraba especies de los cinco continentes, ha sido diezmado con la connivencia de las autoridades y la impericia de algunos de los mal llamados técnicos expertos. Especies centenarias y exóticas han sufrido en sus troncos y ramas la dejadez, por un lado, de aquellos que no saben lo que se traen entre manos, y por otro de los que no son conscientes de la riqueza botánica de esta ciudad. Nuestro Real Colegio de Cirugía de la Armada en el siglo XVIII, embrión de la Facultad de Medicina, contó con un impresionante Jardín Botánico creado por el insigne gaditano José Celestino Mutis, considerado uno de los expertos mundiales en botánica de la historia. Sin ir tan atrás en el tiempo, en los jardines de la demolida Institución Provincial Gaditana, solar yermo y proyecto frustrado de la Ciudad de la Justicia, coexistieron casi en centenar de especies botánicas catalogadas.

El experto César Javier Palacios, del Observatorio de Árboles Monumentales de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente argumenta «que en España tenemos la manía de podar los árboles». Lo que para los árboles frutales puede ser una práctica beneficiosa, para los ornamentales puede suponer un daño irreparable.

Conocer el nombre de acacias, olmos, pinsapos, castaños, alcornoques, ficus, dragos, cipreses, tilos, abedules, pinos, olmos o magnolios puede contribuir a que tomemos conciencia, como dice Peter Wohlleben, que nos enfrentamos a seres solidarios, que sienten miedo y amor y que son seres que padecen sin saberlo.

Cuando te cruces con uno, piensa en verde. Su savia te hará más sabio.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación