Ignacio M. Bustamante

No es el sistema, idiota

Las lágrimas de Esperanza Aguirre no cuelan

Ignacio M. Bustamante
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Las lágrimas de Esperanza Aguirre no cuelan. Ni sus hipidos entre sollozos por ver a su hombre de confianza enchironado. Otro ‘pepero’ ha metido la mano donde no debía. Y se la han cortado. Como tiene que ser. Los que en los últimos años han hecho los ‘casting’ en el Partido Popular para repartir cargos –sobre todo en Madrid y Valencia– se han lucido. Como se lucieron los del PSOE en Andalucía. Por cada político mangante pagan el pato miles de ellos honrados en toda España. Y ya se sabe. A río revuelto, ganancia de pescadores. En este caso de podemitas. Iglesias, Errejones, Kichis y demás se frotan las manos. Ni queriendo les sale tan bien el guión de su película.

Sacan a pasear su autobús justiciero y a los dos días empuran a medio PP de Madrid. Excusa perfecta. Ya tienen montado el discurso. «Son una organización criminal, una trama, la culpa es del sistema». A reventarlo todo. Sin ofrecer alternativas, eso sí. Reventar por reventar. Los antisistema, como cochinos en un charco.

El verdadero drama de la corrupción en España –siendo un hecho en sí mismo muy grave– no es el dinero defraudado. El problema es que ha generado un caldo de cultivo que ha supuesto un lamentable desprestigio de la política y los políticos. Por culpa de unos cuantos mangantes es muy difícil creer en miles de ellos que son honrados. Y Podemos está sabiendo aprovecharse a la perfección de esto para buscar su hueco. Los enormes avances de los últimos 40 años de alternancia bipartidista PP–PSOE ya no cuentan. Ese legado ya se ha perdido, sobre todo para las generaciones más jóvenes. Crecimiento económico, avances sociales, en libertades, en igualdad... todo ha quedado dinamitado por la crisis y la corrupción. Y los mesías revolucionarios, en lugar de tratar de aportar ideas económicas para superar la crisis y dejar trabajar a la Justicia en su lucha contra los corruptos, proponen reventarlo todo. Y unos cuantos millones, desesperados e indignados, les compran la moto. Una moto que, de arrancar, sólo nos puede conducir a un abismo mucho peor.

Se cumplen ahora 25 años de la campaña electoral estadounidense en la que Bill Clinton arrebató la presidencia de EEUU a George Bush padre. Aquella en la que su asesor James Carville pronunció su famosa frase: «Es la economía, idiota», para recordar a su oponente las que debían ser las prioridades del país. Hoy día bien podría aplicarse, levemente modificada, a todos estos lumbreras: «No es el sistema, idiota». El problema son los corruptos. Y los ineptos. Precisamente es el sistema quien está purgando a los mangantes, metiéndolos en la cárcel. Quizá haya que mejorarlo para acabar también con los inútiles que alcanzan poder simplemente por medrar. Pero mejorarlo. No reventarlo. No acabar con lo que nos ha convertido en lo que somos. Mucho mejores de lo que Podemos proclama. Y desde luego mucho mejores que si el sistema estuviera en sus manos.

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