Montiel de Arnáiz

Niñatos

Imagino que el magistrado de turno dirá que cubre su expediente tramitando el tema y dándole carpetazo al final

Montiel de Arnáiz
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Le dices a tu hijo quinceañero que de móvil nanai, que primero tiene que hacer la tarea de matemáticas, que está flojeando y va a catear el trimestre, y el nota se cabrea, forcejea con su madre –será cabrón el tío– para que no le quite el smartphone y al final se planta en comisaría y la denuncia, y la policía nacional, encima, se la admite. La cosa no acaba ahí, claro, porque entra en escena la administración de justicia: el juez que recibe el atestado y lo encuadra en el código penal: lesiones leves, coacciones al menor, lo que sea, y lo incoa. Imagino que el magistrado de turno dirá que cubre su expediente tramitando el tema y dándole carpetazo al final pero, oiga, el ministerio fiscal no lo ve así: siguiendo la máxima que a día de hoy tanto cuesta cambiar mira el expediente (suponemos que lo miró) y acusa, pero con todas las de la ley, oiga: nueve meses de cárcel para la madre denunciada por su hijo por reprenderle porque estaba cazando pokemons o matando cerditos o viendo porno en vez de hacer derivadas o potencias o cualquier odioso contenido de álgebra.

¿En serio? El fiscal, la ley en la mano, lex dura-sed lex (Duralex), se erige en defensor de la legalidad, una legalidad en abstracto, de por sí ordinaria y mal hecha, remendada por cada nuevo legislador que sustituye y deshace lo que ha aprobado el anterior, en fin, lo que decía: el fiscal acusa a la madre y, aunque el juez la absuelva, la lleva a juicio contra su hijo; un niñato desagradecido cuyos ídolos serán el ‘caranchoa’ o el subnormal que besa a mujeres –sin su permiso– mientras lo graban y sube los vídeos a su canal de Youtube por el que percibe su pasta gansa: acciones al límite de la agresión sexual con publicidad y vulneración del derecho a la propia imagen. ¿Es culpa de un Ministerio que en vez de ‘Enseñanza’ se llama de Educación? No, es nuestra propia culpa, la de quienes permitimos que los jóvenes tengan como referentes a niñatos sin más valor ético que la Visa Oro, hijos ilegítimos, quizá, de los catedráticos que salen (vemos) en realities y programas del corazón.

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