Montiel de Arnáiz

Lágrimas de Coco Chanel

Raro es el día en que no hay un baranda, dirigente, jefecillo o comisionado que no aparezca retratado en las portadas de los medios de comunicación

Montiel de Arnáiz
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Raro es el día en que no hay un baranda, dirigente, jefecillo o comisionado (no comisionista), en definitiva, algún militante del Partido Popular, que no aparezca retratado en las portadas de los medios de comunicación, inmerso o sumergido en la maraña judicial. Lo cierto es que llega ya a cansar. Últimamente me encuentro más desengañado aún de lo habitual y se me aparece como un fantasma aquel comisario corrupto de Casablanca: acabo de enterarme de que en este local se juega y todo eso, ya saben.

Me pregunto cuántas entretelas quedarán por sesgar, cuántos chanchullos habrán dejado de ser iluminados sin taquígrafo. Sí, lo sé, soy preguntón. Normalmente, estas interrogantes que sufro me dejan navegando en charcos de opinión, a merced de trolls que me importan menos que el cálido vaho que flota en un urinario.

Eso sí: hay que estar atento al fenómeno del cazador cazado. Me refiero al sujeto perdonavidas y pendenciero, brazo ejecutor o difusor, lameculos irresoluble, que da lecciones de honradez hasta dos minutos antes de la medianoche, como el Cid, que destapaba Gürteles aún después de políticamente muerto. Si con Rita Barberá había acumulada ya cierta inquina –que se desaguó sin remedio– porque la susodicha daba de pelín desabrida con aquello de la permanente, el bolso de letra de cambio y el caloret, ahora una legión de (elija usted el epíteto), propios y extraños, tararean ‘El afilador’ de Los Suaves mientras comprueban la batería de su smartphone, la conexión a Twitter y ensayan gracejas frente al espejo de la unívoca conciencia. Me refiero, claro está, a Esperanza Aguirre. Algún cachondo dejó anotado que en vez de lágrimas de cocodrilo las que Espe derramó el otro día cuando vio la cabeza de Ignacio González en la pica fueron más bien de coco... Chanel. Trataba de convencernos de su sórdida candidez pero ¿es posible que no supiera nada de la corrupción que se gestaba bajo su sonrisa pacata y su mirada de killer? Si llega a dimitir Aguirre no será el primer árbol caído usado como alpiste del fogón de nuestra intolerancia, pero a veces incluso obviamos solidarizarnos con los trolleados, porque, en fin, hay casos en los que el aluvión es bien ganado.

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