¡Que inventen ellos!

Hasta los más insignes pensadores pueden tener un mal día

Antonio Ares

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hasta los más insignes pensadores pueden tener un mal día. A don Miguel de Unamuno se le atribuye la frase ‘Que inventen ellos’. Con esa sentencia lapidaria el insigne filósofo quería mostrar el rechazo por la investigación científica moderna en nuestro país. Con ella reflejaba su opinión sobre el carácter del español, tanto como individuo como de la lengua, más dado a la reflexión filosófica que a la práctica científica, no llegando a entender que ambas actividades son complementarias.

Mucho ha cambiado la cosa, por lo menos en lo que respecta al potencial de la materia gris de nuestra élite científica, que no por el apoyo recibido de las Administraciones y la empresa privada a la hora de potenciar inversiones arriesgadas pero con resultados garantizados y sorprendentes a medio plazo. La Investigación no es casual, la investigación cada vez es más global. Atrás quedan esos sabios aislados que con mucho esfuerzo y algo de suerte conseguían logros brillantes.

En cuanto al cáncer las líneas de investigación atraviesan fronteras, los equipos científicos hablan varias lenguas y pertenecen a culturas distintas, y su trabajo es el de un equipo que se conforma con individuos y grupos investigadores ubicados a miles de kilómetros de distancia. Si la supervivencia del cáncer se ha incrementado en más de un 20% en los últimos 20 años es gracias a la apuesta por la investigación.

Hace unos días, aquí en Cádiz, hemos tenido la oportunidad de conocer de primera mano la dura realidad de la Investigación en este incrédulo país. Con la energía incontenida de un joven investigador, el eminente doctor Barbacid, referente mundial de la Oncología de investigación básica, nos ha puesto en antecedentes del desalmado escenario de este lúgubre país, que invierte como nunca en formación de profesionales de altísima calidad y que por falta de miras los lanza, sin reparos, al abismo de la incertidumbre extranjera. La excelencia de nuestros investigadores está a miles de kilómetros. Generan conocimiento de calidad puntera y producen riqueza allende fronteras. En el caso concreto de las enfermedades oncológicas la inversión en I+D+I se sitúa a niveles de hace más de diez años. Compramos tecnologías y pagamos patentes generadas por compatriotas que se vieron obligados a emigrar por la cortedad de miras de nuestra clase política.

En la Feria del Libro de Guadalajara (Méjico) se ha recuperado la edición americana de 1946 de un cuento del nobel de literatura de Moguer, Juan Ramón Jiménez, su título ‘Zaratán’. En él se relata la pelea de Josefito por salvar a su mujer con zaratán, también se convierte en la lucha contra las supersticiones y creencias. «Ni la curandera de Valverde del Camino, que tenía gracia en la lengua, ni los curas, ni los médicos de Moguer con sus antídotos ni mejunjes, ni los mejores y más pedantes médicos de Huelva, de Sevilla y de Cádiz consiguieron arrebatarle el zaratán del pecho».

Nuestra joven élite investigadora está en disposición de arrancar ese maligno zaratán de nuestro pecho, pero nuestra clase política no los deja, sólo muestran interés por sus asuntos. No les importamos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación