OPINIÓN

Un idilio sin desgaste ni caducidad

El vínculo entre Cádiz y el Juan Sebastián de Elcano, lejos de debilitarse, crece en cada cita

La Voz de Cádiz

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or más que se repita, por más ritual que sea la emocionante escena, nunca pierde capacidad de emocionar ni vínculo íntimo con la esencia y la historia de Cádiz. Cada partida, más que cada llegada, es una renovación de votos de una fidelidad mutua entre un navío y una ciudad marinera.

El primero necesita un puerto para tener sentido y la segunda precisa de barcos para tener esperanza. De Carlos III solían decir aquello de «el mejor alcalde, el rey». Y del Juan Sebastián de Elcano se ha escuchado hasta lo manido que es «el mejor embajador de España».

Una verdad repetida mil veces no deja de serlo por más que parezca perder su esencia. Ni siquiera la coincidencia con el día más grande de la fiesta mayor de la capital gaditana fue obstáculo para la calurosa despedida, prólogo de la entusiasta recepción de los ciudadanos de los países que visita, que ven en el orgulloso bergantín-goleta español a un amigo, un símbolo de lo mejor de la Armada Española que, desde hace ya 90 años , cruza el azul del mar soplen serenas las brisas o ruja amenazas la ola.

Y si el Elcano es acogido con cariño cuando llega, no lo es menos cuando parte. En Cádiz se sabe mucho de eso. Año tras año, con la regularidad y devoción de un paso de Semana Santa, centenares de gaditanos se acercan hasta el muelle para ver al buque escuela y, cuando es posible, visitarlo. Y quien puede, repite.

Siempre se encuentra alguna sorpresa en el bauprés, una marca en la mesana que no se conocía o se descubre un detalle en la banda de popa en el que no se había reparado. Y si expectación genera entre la ciudadanía en general, la que despierta en los familiares de los marinos y guardiamarinas que se embarcan es máxima. Este año volvieron a verse lágrimas y momentos de emoción cuando el mejor embajador de la Bahía partía con sus 172 personas a bordo.

Pero si en estos tiempos hay que agradecer algo a este barco es su fuerza para unir. En el muelle no existían diferencias ayer: todos se sentían hermanados por el buque. El arranque del crucero de instrucción número 90 volvió a dejar muestra de que entre el bergantín-goleta y la ciudad hay un vínculo, un compromiso, un amor sincero. En la rosa de los vientos del ‘Juan Sebastián de Elcano’ se marca ahora un destino pero, en una parte de la brújula, siempre está Cádiz.

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