TRIBUNA LIBRE

Héroes en la línea de fuego y en La Línea de la Concepción

Víctor Sánchez, que perdió la vida en acto de servicio, estaba sumamente interesado en que su gente no solo fuera comprometida, resolutiva y eficaz, sino que extendía su agonía profesional al campo de la formación

ERNESTO PÉREZ VERA

Una mañana cualquiera, antes del 7 de junio de 2017. La Unidad de Respuesta Inmediata de la Policía Local de La Línea de la Concepción, la URI, se dispone a llevar a cabo un entrenamiento de tiro con la pistola reglamentaria. Víctor Sánchez, el oficial jefe de dicha unidad, así lo ha dispuesto y planificado.

Noviembre; seis meses después. Víctor, que perdió la vida en acto de servicio el día que abre estos párrafos, y a quien está dedicado este artículo, estaba sumamente interesado en que su gente no sólo fuera comprometida, resolutiva y eficaz en el curso de cuantas intervenciones pudieran presentarse durante la prestación del servicio –eficacia incontestablemente acreditada a diario–, sino que extendía su agonía profesional al campo de la formación invocando aquello de «cuanto más y de cuanta más calidad, mejor». No era amante ni del tiro ni de las armas. Pero no falto de sentido común y de sentido la responsabilidad, él, como licenciado en Derecho, era muy consciente de la abrumadora importancia que tiene conocer bien los factores que intervienen en el dónde, el cómo, el cuándo y el contra quién hay que emplear el plomo y la pólvora.

Todo esto parece fácil porque se supone que la unanimidad de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad domina esta materia. Como presuntos expertos los definen por ahí, quienes nada saben de esto. Pero suponer, imaginar y conjeturar en base a lo que otros dicen, siempre sin practicarlo y sin saber de la misa la media, es muy barato hasta que se presenta el día de la verdad, el día ese en el que o disparas y das… o te llevan con los pies por delante dentro de una caja de pino, ya sea por mor de un tiro, por mor de un machetazo o por mor de un tajo endiñado con un pedazo de vidrio. Esto es algo que el oficial Sánchez sabía bien porque acumulaba muchísimos años de verdadera experiencia deteniendo a personas violentas; los mismos años que llevaba pateando calles por las que otros policías no han pasado, en décadas, ni para entregar una sencilla citación electoral.

Víctor, hierro en mano, todavía no había adquirido las habilidades de Wyatt Earp, pese a haber entrenado de modo realista numerosas veces a lo largo de su carrera policial, amalgamando siempre del modo más beneficioso y provechoso posible las técnicas de tiro, las tácticas policiales, las experiencias personales en intervenciones delicadas, los conocimientos de determinados aspectos de la fisiología humana ante situaciones de supervivencia y todos los razonamientos jurídicos aplicables a la legítima defensa. No obstante, lo intentaba con tanto ahínco que sin atraerle el submundillo del tiro ya gozaba de un nivel de destreza y, sobre todo, de seguridad manejando su pistola, que estaba muy por encima del que presenta la media. Y como él era como era, pensaba como pensaba y actuaba como actuaba, quería que todos los integrantes de la unidad de su digno mando alcanzaran un adecuado grado de adiestramiento también en esto de pegar tiros. Justo ahora, en estas fechas, tenía previsto volver a la línea de tiro.

Pero la mañana de marras, pese a ser una mañana cualquiera, fue también una mañana muy especial: la productora de televisión BoxFish filmó toda la jornada formativa. Cinco horas de tiro en seco, de fuego real y de explicaciones y aclaraciones. Muchas exposiciones de situaciones reales, así como el análisis de sus consecuencias vitales y judiciales. Quedó tiempo para, igualmente, madurar posibles supuestos prácticos y los posibles modos de abordarlos. O sea, horas de entrenamiento, mentalización y concienciación. Horas intentándolo aquí, en el campo de tiro, para poder materializarlo allí, en la calle, a punta de cuchillo. Entrenando como se trabaja, para trabajar como se entrena. En definitiva: sudando, para no sangrar. Y todo ello, en este caso y por casualidad –las prácticas estaban previstas desde hacía tiempo–, para documentar audiovisualmente un capítulo del programa de Mediaset ‘Héroes, más allá del deber’, de emisión por capítulos en la cadena Cuatro.

Si bien estas líneas están principalmente dedicadas al finado, a mi siempre presente amigo del alma y de armas, quiero mencionar con especial cariño, respeto y admiración a mi compañero Alberto Pavón, indiscutible puntal de la URI, que por duras, accidentales y naturales razones no está pasando por el mejor momento de su vida. Sigo. ¿Que por qué se trasladó un equipo de varios camarógrafos, redactores y guionistas a nuestra línea de tiro? Muy sencillo, porque Álvaro Chacón, el miembro más joven de la URI, es uno de los cinco protagonistas de ‘Héroes, más allá del deber’, de quien la productora dice: «En la frontera entre dos países y dos continentes que marca La Línea de la Concepción, cada día que pasa es una lucha para Álvaro y sus compañeros de la Unidad de Respuesta Inmediata por combatir la impunidad instalada por las mafias en uno de los barrios más conflictivos de la localidad gaditana. Operaciones rutinarias como controles de tráfico o puntos de identificación suelen terminar en persecuciones, carreras, altercados y momentos de alto riesgo que caminan por el filo de la navaja y pueden desembocar en graves incidentes».

Volveremos a reírnos juntos, querido Víctor, pero vela por que sea dentro de mucho tiempo.

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