Adolfo Vigo - OPINIÓN

La guerra civil catalana

Los fanáticos de la independencia están pretendiendo imponer por la fuerza su ideal de república catalana

De pequeño, cuando aún se estudiaba Historia de España en los colegios y no esta especie de historia autonómica que se da ahora, me enseñaron que la Guerra civil española, como todas las guerras civiles, fue una guerra de hermanos contra hermanos. Fue un conflicto bélico que enfrentó a familias enteras solo por el simple hecho de tener diferentes pensamientos políticos .

Además de ser una barbarie como todas las guerras, fue un ejemplo más de cómo se puede manipular a las personas para enfrentarlas contra seres queridos por la simple razón, o sinrazón, de tener ideales políticos antagónicos. Utilizando la fuerza de las armas para imponer un pensamiento único sobre la población.

Pues bien, algo parecido es lo que estamos viviendo en Cataluña en estos días. Lejos de utilizarse armas de fuego, aunque a alguno le gustaría tener su propio ‘mártir’, estamos asistiendo a una guerra civil encubierta . Los fanáticos de la independencia están pretendiendo imponer por la fuerza su ideal de república catalana, manipulando a aquellos que son afines a sus ideales, llevándolos a una confrontación contra aquellos que no quieren la independencia.

En esa espiral de odio, de locura en la que se han imbuido algunos, observamos cómo políticos del bloque catalanista arengan a las masas contra aquellos que desean seguir perteneciendo a España, recordándonos a esos mítines en blanco y negro que hemos visto en televisión en el que un loco lanzaba consignas relativas a la superioridad de la raza aria.

Y en esa orgía de sin sentido, de mentiras y engaños, es cuando aparece el «conmigo o contra mí». Es en este momento, cuando las voces, que antaño se aplaudían por estar en sintonía con el independentismo, que ahora discrepan del ‘process’ se convierten en fascistas. Es el caso de Joan Manuel Serrat , ese que en su día plantó cara al franquismo negándose a participar en Eurovisión, allá por el 1968, si su canción ‘La, la, la’ no se cantaba en catalán, que dicho de paso, había que tenerlos muy bien puesto para echarle ese pulso al régimen. Pues bien, ahora que ha manifestado que este proceso de independentismo no está bien hecho, ha dejado de ser un referente de esos rupturistas catalanes, siendo llamado facha, e incluso, catalogado de españolista.

Otro caso de esta ceguera irascible es el de Javier Sardá . Otro catalán de pro hasta que se ha mostrado contrario al proceso. Entonces ha caído en el más absoluto de los desprecios independentista, pasando a ser un vendido a España.

Ejemplos unos tras otros, de cómo los de la CUP y sus amigos independentistas promueven una guerra civil en Cataluña , sin importarles que se enfrenten hermanos contra hermanos, padres contra hijos, personas contra personas. Todo ello, por el simple hecho, de tener ellos sus cinco minutos de gloria en el parlamento catalán, salir en las televisiones y querer ser víctimas de un Estado ‘opresor’. Me gustaría a mí ver qué ocurriría si alguno de sus paraísos comunistas se encontrara con una región que quiere segregarse. Los gulag y las checas no darían abasto con aquellos que pretendieran alzar la voz contra el Estado. Pero, claro, en ese caso todo estaría permitido para castigar a los golpistas.

Al final, como en la película ‘Ocho apellidos catalanes’ me veo a alguno ‘exiliándose’ a alguna masía en el ‘Ampurdán’ catalán para vivir su propia independencia junto con el mítico felpudo de Ikea que decía aquello de «bienvenido a la república independiente de mi casa».

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