El Cuervo

Le Corbusier es el seudónimo adoptado por quien posiblemente sea el arquitecto más influyente y significativo del siglo XX

Julio Malo

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Le Corbusier es el seudónimo adoptado por quien posiblemente sea el arquitecto más influyente y significativo del siglo XX. Charles-Édouard Jeanneret escoge ese nombre como variación fonética de la palabra ‘cuervo’ (corbeau, en francés), a su vez adaptación del apellido Lecorbésier de su bisabuela. Nació en 1887 en La Chaux-de-Fonds, ciudad del cantón suizo francófono Neuchâtel. Mucho se ha escrito acerca de este personaje, quien fue referente del llamado Movimiento Moderno, maduración de las vanguardias que conducen al primer estilo arquitectónico realmente auténtico desde el gótico. Sus orígenes resultan menos conocidos, por eso recomiendo visitar su ciudad natal donde hace poco se ha restaurado una de sus primeras piezas, la casa familiar que es sede de la ‘Association Maison Blanche’, dedicada al estudio de su obra en ese edificio aún ecléctico inspirado por sus maestros. Por una parte Charles L’Eplattenier, profesor de la Escuela de Artes de su ciudad y artista de formación clasicista; fue él quien le aconseja estudiar pintura y arquitectura. Por eso se traslada en 1909 a Viena donde conoce a Josef Hoffmann, uno de los mejores del estilo ‘Secession’, que pretende ser moderno pero no rompe con el lenguaje tradicional.

Seguir las huellas de Le Corbusier permite conocer la Confederación Helvética, que tuvo su origen el 1 de agosto de 1291, mediante el ‘Pacto de Grütli’, por el cual las tribus montañeras sellaron un acuerdo de convivencia que con el tiempo dio lugar al Código de Obligaciones, peculiar constitución ancestral de «hombres libres» que ha mantenido la unidad pacífica de un Estado plurinacional y pluricultural, el cual jamás ha participado en guerra alguna. Un suizo nunca entenderá qué es un monarca o un jefe de estado ni de gobierno, pues en su larga historia no ha conocido nada parecido a semejantes autoridades. En la actualidad, la Asamblea Confederal de los 26 cantones elige siete ministros, con la peculiaridad de no reconocer jerarquía entre ellos, solo para asuntos de protocolo existe un turno anual. Los temas que afectan al conjunto del Estado se resuelven en referéndum, de los cuales se convocan no menos de cuatro por año, con varias cuestiones por consulta, un sistema de democracia directa.

Recuerdo una portada de ‘Paris Match’ con la foto de Le Corbusier adentrándose en la mar, así daba noticia de su muerte en las aguas el 27 de agosto de 1965, cerca del ‘Cabanon’, casa mínima de 12 metros cuadrados que había construido para las vacaciones en el Mediterráneo con su esposa. Ya era un mito de la cultura; a través de sus obras y escritos había propuesto una nueva arquitectura, tectónica, racional y funcional. Basada en principios diferentes a los viejos estilos retóricos, entre ellos una forma de entender la casa como «máquina de habitar»; y también sus conocidos cinco puntos: la planta libre, la fachada permeable, la ventana longitudinal, el edificio sobre pilotís, y la azotea plana y ajardinada. Se trataba de una aplicación del hormigón armado que había aprendido de los maestros que encuentra cuando en la segunda década del siglo recorre Europa, en particular: Tony Garnier en Paris y Peter Berens en Berlin. Ese pequeño gran arquitecto que fue Luis Lacasa sostuvo que a Le Corbusier se le tenía por padre de la modernidad porque además de arquitecto era periodista. No acertaba el autor del Pabellón de la República Española en la Expo parisina de 1937; la arquitectura contemporánea no se puede entender sin conocer las aportaciones del arquitecto suizo.

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