Francisco Apaolaza - OPINIÓN

Cataluña, el chiste de no retorno

La Ley de Transitoriedad se ha propuesto decididamente convertir en un mes Cataluña en una versión autodeterminada del Coño de la Bernarda

Margarita Robles , híbrido entre Gracita Morales y Catwoman, es lo más bizarro que le ha pasado a la política española en tiempo. Ahora ha bajado de los cielos de la judicatura para calificar la Ley de Transitoriedad de Cataluña como «un bodrio», aunque los hay que lo enmarcan en el chiste. Sobre investigación sobre los límites del humor sabe mi querido Edu Galán.

Yo recuerdo esta que le ocurrió al insigne aficionado cadista Pascual García de Quirós, alias ‘Macarty’ , que era repartidor oficial de cafés en el Mercado de Abastos de Cádiz y serpenteaba por el gentío de la Plaza de las Flores sin derramar una gota. Fue el primero que se puso la camiseta amarilla y azul en el Carranza. Llegado un momento, como no aparecía, dieron por muerto, pero en realidad antes de irse pa’ Chiclana (al cementerio mancomunado, se entiende) pasó años en su casa lidiando con una enfermedad. Un día, un amiguete que tenía un restaurante se alegró mucho de encontrarlo en la calle con vida, aunque fuera varado en una silla de ruedas.

El Macarty le vino a pedir sesenta euros para pagar la luz y la comida: «Estoy tieso, ayúdame», le dijo, desesperado. «¡Pero si tú no necesitas dinero, si estás rico!», le respondió el otro, y ante la mirada de incredulidad del Macarty, se explicó: «Sí, hombre, si has cobrado la mitad del Ocaso; que tienes la mitad del cuerpo muerto», y los gritos de «Hijoputa» se escucharon en Illinois.

En Cádiz no hay que pasarse de gracioso ni tampoco ser muy serio , como ese matrimonio catalán que cuenta la leyenda comía en un restaurante de La Janda y gritaron mucho y mal al encargado, enloquecidos porque habían pedido un flan de huevo y había un pelo en el flan. «Haberlo pedido de vainilla», cuentan que les respondió el camarero. Y si non e vero, e ben trovato.

Los chistes son para el verano, y no ahora, con el maíz desesperadamente alto y septiembre apareciéndose en el cielo como un misil norcoreano. Lo de Cataluña ha tenido su gracia hasta cruzar el punto de no retorno, que es cuando, hagan lo que hagan los actores del conflicto, el asunto va a salir mal. La policía llevándose las urnas, no sé, un guantazo, un tiro a lo peor, el 155 o quizás un país partido y desmembrado sujeto a la demencia de los que se creyeron elegidos, quebrado en sus bases entre los que quieren la independencia y los que no, irreconciliados ‘a jamais’.

Se viene el otoño como un carguero contra un muelle , inexorable y preñado de ruido, de reproches y de fracturas, y no servirá para librarse ni el Don Tancredo de Rajoy. La Ley de Transitoriedad se ha propuesto decididamente convertir en un mes Cataluña en una versión autodeterminada del Coño de la Bernarda, un país en el que no se sabe cómo se va a financiar nada, ni a quién corresponderá qué, ni si algo es más o menos legal. Donde al ciudadano se le considera la edad mental y crítica de un chaval de primera comunión y donde todo se hace y se vota por cojones. Así visto, aún no ha nacido y la nueva patria va pareciéndose bastante a la antigua. Solo les falta la gracia.

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