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A través de los oscuros entresijos de la red me llega una solicitud de ayuda

Ramón Pérez

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A través de los oscuros entresijos de la red me llega una solicitud de ayuda. Alguien a quien no tengo el gusto de conocer me pide que le eche una mano con la firma de una petición difundida a través de change.org, para que la asesina del niño almeriense sea reclamada por la justicia de la República Dominicana, con el objeto de que cumpla, en este su país de origen, la condena que se le imponga. No me queda claro si se pretende que sea reclamada por el Departamento de Justicia dominicano para que sea juzgada y condenada allí por el crimen cometido aquí, o si debe ir ya con la pena impuesta, porque desde luego, desde este mismo momento, según puede leerse en el escrito, ha sido ya juzgada y condenada por parte tanto de quien promueve la iniciativa, como por aquellos que con su apoyo la secundan.

Resulta indudable que las modernas redes sociales en el ámbito digital dinamizan hasta extremos impensables las comunicaciones entre los seres humanos. Pero como todo lo bueno tiene su contrapartida negativa, esto se consigue al precio de que está al alcance de cualquiera la posibilidad de manipular a los demás haciendo que apoyen sus deseos personales. En ocasiones estos pueden alentar un principio de justicia, o incluso derivar de una determinada voluntad ética. En otras, más bien parecen responder al mero capricho, a la llamada ciega del instinto, a las consignas de una determinada ideología. Este caso parece más bien inscribirse dentro de esta segunda categoría.

Voy a dejar al lado las incorrecciones sintácticas. Voy a dejar al lado alguna que otra falta de ortografía. Voy a dejar al lado el hecho de que en la República Dominica no exista tal ‘Departamento de Justicia’. Todos estos son peccata minuta comparados con el odio xenófobo que destila el escrito. Como se da la circunstancia de que la detenida como presunta autora del asesinato es extranjera, sudamericana por más señas, se le pretende negar de entrada, antes incluso de que sea juzgada, la benevolencia de la legislación española y el ‘confort’ de nuestras instalaciones penitenciarias. Se estima más conveniente que cumpla la cadena perpetua a la que ya ha sido condenada en las cárceles de su país.

En el momento de recibir la petición, según datos ofrecidos por esa misma página, más de trescientas mil firmas ya la respaldaban. El objetivo era llegar al medio millón. No sé si al alcanzar ese umbral se activa automáticamente algún resorte legal que obligue al Ministerio Público (nombre correcto de esa institución en la República Dominicana) de este país sudamericano a solicitar la extradición y al nuestro de Justicia a concederla. Lo mires por donde lo mires esto huele a linchamiento, con los agravantes de xenofobia y de racismo.

Ya he visto a multitud de ciudadanos arremolinándose para increpar a la acusada con sus gritos cargados de ira, mientras el cadáver del chiquillo está siendo convertido impunemente en mercancía en las diferentes cadenas de televisión. Sin duda el despliegue de medios para el diario desmenuzamiento de su tormento y de su trágico final provocará lágrimas y desatará aún más furor en los espectadores. Los presentadores de moda pulirán su brillo personal y profesional mostrándose solidarios con la familia de la víctima y haciendo suyo su dolor con calculado histrionismo. Se producirá un fuerte incremento en los índices de audiencia y en el precio de los anuncios. Mejor alejarse de la pestilencia hipócrita del odio.

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