David Gistau

Wisconsin

Siento comunicar a los mandarines de la prensa española que no moverán un solo voto en ninguno de los estados de la Unión

David Gistau
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Si ya creer que los columnistas y/o opinadores de mesa camilla influimos en el bar de debajo de casa me parece una petulancia, imaginen lo que pienso de los que, estos días, pugnan en la prensa española por orientar el voto de los naturales de Iowa. De costa a costa de los Estados Unidos están los votantes norteamericanos esperando a que salgan en el iPad las primeras ediciones de los periódicos españoles para saber a quién tienen que votar, a Trump o a Hillary. Desde Wisconsin, en concreto, me han llegado peticiones de que me pronuncie porque están que no saben qué hacer. Es que en Wisconsin, por otra parte, es muy habitual ver a la gente con el ABC debajo del brazo, como si pasearan por Serrano hacia el «spritz» en la terraza acristalada de Cappuccino.

Sé que lo propio de los españoles es buscar pretextos para encolerizarse y detectar un enemigo feroz en el tipo sentado en la mesa colindante del café. O de cualquier tertulia profesional. En ese sentido, las elecciones americanas constituyen una excusa tan válida como el creacionismo, el deshielo en el Ártico, Putin o la regulación de la recogida de basuras en los arrabales de Melbourne. Adelante, peleen, pues de eso se trata. Trumpistas contra hillaristas, y que vuelen los ceniceros, y que de estas reyertas salgan desafíos a duelo y amputaciones y un intenso tráfico por Madrid de las ambulancias del Samur. Pero sepan que lo hacen por ustedes mismos, por desfogar su conciencia, por adaptar a este otro terreno su necesidad de odiar lo establecido, por usar a Trump como excusa para manifestar una posición ética personal, por cualquiera que sea su necesidad particular. Pero lo hacen por ustedes mismos porque, en Wisconsin, ni saben quiénes somos ni les importa un carajo. Siento comunicar a los mandarines de la prensa española que ni con cien mil artículos bien fundamentados moverán un solo voto en ninguno de los estados de la Unión. Es duro, lo sé. Pero anímense: en el bar de debajo de casa a veces echan un vistazo a las cosas que escribimos, si es gratis porque alguien se dejó olvidado el periódico, de lo contrario, tampoco, como en Wisconsin.

He notado que el mayor aprendizaje traído por la madurez es la dosificación de la energía. Elegir las peleas, no entrar en todas. Elegir incluso el número posible de asaltos dentro de una pelea, no derramarse en todos. No estamos ya para reñirlo todo y contra todos. Ello requiere un esfuerzo de síntesis para dejar bien determinadas las tres o cuatro cosas, tanto en el ámbito personal como en el profesional, por las cuales entraremos en pelea. Francamente, Trump y Hillary no están entre ellas. No porque el resultado de unas elecciones americanas no me parezca importante para todos los habitantes del planeta. Sino porque, y aquí estoy siendo brutalmente sincero conmigo mismo, tengo la ligera sensación de que en Wisconsin no acaba de importar una higa lo que yo piense o diga. En el bar de abajo al menos hay un vendedor de cupones que sí atiende.

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