Vuelta a las andadas

Ni son independientes, ni entre ellos están de acuerdo, excepto en recuperar el autogobierno

José María Carrascal

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El texto aprobado ayer por el Parlament catalán retrata a sus patrocinadores: tramposos, irresponsables, cobardes. Añádanle la renuncia «provisional» de Puigdemont a la presidencia, de la que ya había sido desposeído, para que su protegido, Jordi Sánchez, pueda ocupar el cargo y tendrán la ópera bufa completa. Porque resulta que si Puigdemont anda huido de la Justicia en Bélgica, Sánchez está en la cárcel en España. Después de llevar a una celda a buena parte de sus líderes, al exilio a otros, a la desbandada de miles de sus empresas y al ridículo a Cataluña, el independentismo parece no haber aprendido absolutamente nada. No importa que se desdijeran ante los jueces de sus acciones delictivas, que prometiesen no repetirlas y se echaran las culpas unos a otros, han vuelto a las andadas. El texto del Parlament, que merece entrar en las antologías del disparate, por algo advirtieron contra el los letrados de la Cámara, reivindica el referéndum ilegal del 1 de octubre pasado, denuncia la asunción de poderes en Cataluña por parte del Gobierno central (155) y reconoce al destituido Puigdemont como presidente de Cataluña. A lo que no se han atrevido es a dar el último paso: a proclamar de nuevo la República Catalana independiente, como pedía la CUP, porque sabían que iban derechos todos a la cárcel. Y aún así, habrá que ver si no van, pues tendrán que ser los jueces y fiscales quienes digan si avalar un referéndum ilegal, legitimar president a un prófugo de la Justicia y a uno en la cárcel como su representante en Cataluña no constituye delito. Alegarán, como siempre, que todo eso es simbólico, virtual, cubierto por la libertad de expresión. Pero si usted o yo, querido lector, decidimos con igual alegato declararnos independientes y no sujetos a ninguna de las leyes españolas, seguro que íbamos a tener un problema gordo.

¿Qué pretenden con ello? Pues, ante todo y sobre todo, que se olvide la enorme derrota que han sufrido. Porque nada de lo que prometieron a sus seguidores se cumplió. Ni son independientes, ni nadie les ha reconocido, ni siquiera entre ellos están de acuerdo, excepto en recuperar el autogobierno, con su presupuesto, sus cargos, sus sueldos, sus sinecuras y tantos por ciento. De hecho, ya se los han repartido, como la doble presidencia. Pero ¿de verdad piensan que puede funcionar? ¿Se imaginan los conflictos, malentendidos y equívocos que iban a crearse? Y lo más importante: ¿creen que eso es legal, que cabe en la Constitución, en el Estatut? Si lo creen, siguen en la nube. O en la celda.

Demostrada su absoluta incapacidad de gobernar y gobernarse, los únicos que pueden salvarles son, curiosamente, los opositores españoles, dispuestos a sacar a Rajoy de La Moncloa como sea y al precio que sea, según se mueven últimamente. Es su última esperanza, el clavo al rojo al que se agarran. Hablaremos de ello largo y tendido en los meses venideros, que se presentan tanto o más movidos que la meteorología.

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