Isabel San Sebastián - EL CONTRAPUNTO

El último «show» de ETA

¿Para qué van a matar los terroristas con tanto amigo y tonto útil dispuesto a secundar sus planes?

Isabel San Sebastián
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Esta vez el mensajero de la serpiente no llevaba boina, capucha ni pistola. Formaba parte de esa fanfarria parásita del terrorismo denominada «mediadores»: correveidiles que cobran por llevar recados de asesinos consumados a dirigentes dispuestos a negociar algo con ellos.

Esta vez lo que se anunciaba era un «desarme completo», cuando en realidad lo que la banda está dispuesta a entregar no son armas, sino chatarra inservible, y tampoco es todo su arsenal, ya que los fusiles y revólveres empleados en cometer los más de trescientos atentados aún pendientes de resolución no forman parte del lote. No existe por parte de los pistoleros voluntad alguna de colaborar para facilitar la acción de la justicia; es decir, arrepentimiento.

Ellos van a lo suyo, con la ayuda inestimable de cuantos medios de comunicación compran su mercancía averiada brindándoles publicidad gratuita. Casi todos, con excepciones honrosas como este ABC centenario cuya portada del sábado rescataba del ruido imperante la verdad escarnecida: «Aquí (en España) fueron asesinadas por la banda terrorista ETA 829 personas desde el 28 de junio de 1960 hasta el 16 de marzo de 2010. Verdad, memoria, dignidad y justicia. El arsenal de vidas que ETA no devolverá».

Esta vez, como todas las anteriores, bastó que los terroristas manifestaran su deseo de mover ficha para que el lendakari Urkullu otorgara total credibilidad al anuncio e instara a los gobiernos francés y español a darles facilidades sin exigir nada a cambio. ¡Faltaría más! El PNV, ese PNV paradigma de lealtad, según la visión imperante en las filas de este PP, siempre ha puesto una vela al dios institucional y otra al diablo etarra en su afán de perpetuar su abundante cosecha de nueces.

Esta vez había un actor nuevo en el escenario, impaciente por adelantarse a las demandas de Bildu. Si «Gordo», alias de Arnaldo Otegui en sus años de ETA, pedía que «tras el desarme se empiece a hablar de otras cosas», Pablo Iglesias iba directo al grano exigiendo el acercamiento de los asesinos presos a cárceles vascas. Por si alguien albergaba dudas respecto de hacia quiénes y qué se inclina la solidaridad de Podemos.

Esta vez el candidato Pedro Sánchez no perdió la oportunidad de mostrar su miseria moral. «Celebramos el desarme completo de ETA -escribió en su cuenta de Twitter- hecho posible por la unidad de todos los demócratas y gracias a gobiernos y presidentes socialistas». Ni una mención a las víctimas. Ni una palabra de la Guardia Civil, la Policía, la Justicia, los valientes de cualquier color que dieron la cara ante el terror mientras él trepaba en la política. De haberles dejado actuar a ellos, a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad curtidos en una larga lucha, hoy ETA estaría completa e incondicionalmente derrotada, como auguraba si situación terminal en marzo de 2004. Pero tuvo que llegar Zapatero, ansioso por colgarse una medalla, y entablar ese malhadado «proceso de paz» negociado a nuestras espaldas al precio de la dignidad colectiva. Fue un presidente socialista, sí, quien envió un emisario a pedir en Estrasburgo la derogación de la doctrina Parot para poder sacar de prisión a las bestias sanguinarias más emblemáticas de la banda. También fue él quien permitió el regreso de ETA a las instituciones. ¿Su derrota? ETA no está derrotada; gobierna en muchos lugares. Y si ha dejado de matar es por llegar a la conclusión de que matar ya no es rentable. ¿Para qué, con tanto amigo y tonto útil dispuesto a secundar sus planes?

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