Álvaro Martínez

La secta y el «por»

Álvaro Martínez

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Nos dio la pista definitiva el consejero Forn cuando distinguió entre víctimas catalanas y españolas entre los muertos de las Ramblas. Naturalmente ni se disculpó ni alegó lapsus alguno por los nervios o la inquietud de momento, porque el separatismo no se olvida ni cuando el dolor es global y los apoyos y la solidaridad llegan, generosos y de corazón, desde toda España, ya saben «esa ladrona» según sostienen los miembros de la secta.

Porque sí, los independentistas que gobiernan Cataluña s on lo más parecido a una secta que solo admite en el grupo a quienes comulgan con el pensamiento único, con el partido único, con la aceptación ciega, con su redentorismo, con su aislamiento exterior y con el resto de los avíos doctrinales de los que se pertrecha un miope que no ve más allá de su universo identitario. Desprecian todo lo que ocurre en la otra orilla del Ebro (aunque venga a ayudar) y están dispuestos a expulsar de facto a aquel no se avenga a deglutir, sin rechistar, ese Montserrat de paparruchas, de mentiras y medias verdades, levantado para justificar la secesión.

Forn dio la pista y Forcadell remató ayer la faena sectaria negando a la Policía y a la Guardia Civil la Medalla de Honor del Parlament, en su categoría de Oro, como sí ha hecho con los Mossos d’Esquadra, los servicios de emergencia, la Guardia Urbana de Barcelona y la policía local de Cambrils por su actuación durante y después de los atentados de Barcelona y de la citada localidad tarraconense. Llevan los de la secta cuatro días alardeando de la «coordinación» con policías y guardias civiles, pero a la hora de la verdad se sacuden el complejo y relegan todo lo que tenga que ver con el concepto España. Pasa igual con el dinero del FROB, dinero de todos, devorado con voracidad por la Generalitat como mayor beneficiaria de este fondo asistencial del Estado para autonomías en apuros. Extraña forma de robar de «la ladrona». Se quejan de los trenes de Cercanías y hablamos de la única región con todas sus provincias unidas por el AVE, que le ha costeado la mencionada «ladrona». Y así todo... Porque la secta sigue a lo suyo, con la insistencia de un martillo pilón.

«No tinc por» («No tengo miedo») se corea estos días en Cataluña para hacer frente verbal al peligro yihadista, a esa barbarie ciega que nos amenaza. Si ni ante riesgo tan próximo y real pueden parar con la monserga excluyente, la perspectiva de una hipotética República Catalana es para que sientan «por, moltíssim por» quienes no se alisten a la secta y sigan queriendo ser catalanes y españoles .

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