José María Carrascal

Sansón Sánchez

Solo nos cabe desearles suerte. Y deseárnosla, porque, como no lo arreglen, lo menos que nos puede pasar es que haya elecciones en diciembre

José María Carrascal
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¿Cómo se va a resolver el formidable embrollo que reina en el PSOE? ¿A bofetadas? Parece la única salida, una vez traspasadas todas las fronteras de la razón, educación, precaución e imaginación. A bofetadas, puñetazos, patadas, mordiscos incluso, por la llave de su sede. Ni en sus más fantásticos sueños hubiera podido imaginar Rajoy que le sería tan fácil seguir en La Moncloa, con un Sánchez atrincherado en Ferraz, dando órdenes como si nada hubiera pasado, cuando ha pasado todo. Pues, incluso si gana la trifulca doméstica en los comités y Susana Díaz sigue sin atreverse a disputarle el puesto, ¿cómo va a gobernar con medio partido enfrente? ¿Con Podemos y Ciudadanos odiándose entre sí? ¿Con Podemos y los nacionalistas dispuestos a celebrar un referéndum de independencia el próximo año? Ni sus más fieles seguidores lo aceptarían.

Por mucho que fastidie que Rajoy continúe gobernando, la ruptura de España pertenece a otra categoría y ese es precisamente el precio que piden los nacionalistas por sus votos. Sin disimularlo. Saben que esta es una ocasión única –puede también que última– de independizarse, y no van a desaprovecharla.

«Cuando algo va mal, lo mejor es que se estropee del todo», reza el refrán inglés. Es lo que parece haberse dicho Pedro Sánchez cuando ha abierto en canal su partido para convertirlo en vehículo de sus planes. Y puestos ya con refranes ingleses, citemos otro, más conocido: «Nada tiene más éxito que el éxito», con su contraparte: «Ni más fracaso que el fracaso». Pedro Sánchez ha batido récords de fracasos, en elecciones y enemigos, cuando todo parecía favorecerle: el mal momento que atravesaba el PP, los deseos de cambio en el país, un historial en blanco, que, si bien no ofrecía méritos para dirigir un país con muchos problemas, tampoco presentaba los lamparones de los currículos de buena parte de la élite política española. Todo ello lo ha tirado por la ventana en el año que lleva al frente del PSOE. No sabemos si se trató de un exceso de ambición o de una falta de sentido de Estado, el caso es que hoy se ve como un peligro para los suyos y para el país. Que vienen a ser lo mismo, pues del PSOE puede decirse aquello de «es más que un partido». No sólo por ser el más antiguo de todos, sino porque viene representando desde su fundación a la «izquierda española», tan legítima como la derecha, aunque haya en ambas quienes lo nieguen a la otra. Pero la historia nos advierte que las crisis del PSOE son crisis de España. Algo que sólo pueden resolver los propios socialistas. Cualquier intento de injerencia ajena no haría más que agravarlo. O convertir a Sánchez en un Sansón dispuesto a derribar el templo sobre nuestras cabezas. Sólo nos cabe desearles suerte. Y deseárnosla, porque, como no la arreglen, lo menos que nos puede pasar es que haya elecciones en diciembre.

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