Gabriel Albiac - Cambio de guardia

Sánchez-por-Dios

Caducó el tiempo del PSOE. Sus sucesores llaman a la puerta. Peores que él. Parecía imposible

Gabriel Albiac
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PSOE: Galicia 17,8 por ciento, País Vasco 11,9 por ciento. Barrido por los populistas (en Galicia, no se olvide, a Marea hay que sumar el Bloque). Dios no ha escuchado a Iceta. Tal vez no orara bien. Liberanos a malo, decía la plegaria, allá cuando yo la aprendí en latín, hace milenios. Deduzco que el señor Iceta debe de ser más joven que yo, porque su versión habló, no el latín eclesial, sino la posconciliar lengua vernácula española, tan ofensiva para su Cataluña. «Líbranos», proclama en un vídeo puntuado por las apelaciones al Altísimo -«¡Por Dios, por Dios...!»- líbranos, no del «maligno», no del Satán, al cual el Pater noster apunta en su ruego, líbranos de su pérfida máscara española.

Porque, para un nacionalista catalán -la dirección del PSC lo es plenamente-, el presidente del Gobierno de España es nombre prístino de Belcebú. Que se apellide Rajoy Brey no pasa de anécdota.

Iceta como síntoma. Escucho con deleite la grabación de Iceta. Replay. Histérico. «¡Pedro, líbranos de Rajoy y del PP! ¡Líbranos! ¡Por Dios, líbranos de ellos!». Al «Padre Sánchez, que estás en Ferraz», y al cual el catalán suplica dar batalla contra la legión de sombras del Baphometh, se imploraba salvación: «¡Por Dios, por Dios…!». Atribuir al tal Sánchez los poderes infinitos de quien, desde lo alto, vela por el buen fin de las preces de su grey no es fácil de entender. Pero es que la teología especulativa de los hombres de partido es materia muy enigmática para el profano. Su sentido del ridículo: cero.

Hacía tiempo que no me divertía tanto el arrebato de un político: esto es, de un triste nulo que exhibe sus miserias. Me pregunto si Iceta sabe ahora -tal vez sí- que de lo que «Sánchez-por-Dios» está a punto de librarnos a todos es del PSOE, ese invento tan reciente, del cual él, el señor Iceta, come. Desde hace bastante tiempo y con no escaso provecho, se diría.

El PSOE está cerrando su ciclo. No de más de un siglo, como gustan proclamar sus devotos. Aquel que fundó Pablo Iglesias Posse se fue extinguiendo a lo largo de la kilométrica dictadura. Y fue enterrado por Felipe González: pagaron las exequias Willy Brandt y el Departamento de Estado norteamericano, que fueron los verdaderos inventores de esto a lo cual hemos venido luego llamando PSOE. Durante 41 años.

Fue inventado. Cumplió su función. Desaparece. Es la regla universal de la vida: todo muere; no hay excepción a eso. Muere ahora lo que dólares y marcos alzaron en 1975. González lo inauguró. Sánchez desguaza su huero caparazón de reptil jurásico. Este cadáver es la herencia. Y tal es el problema. Grave, no sólo para los socialistas. Grave para una nación cuyo estuche constitucional se ensambló sobre el eje de dos partidos turnantes. Uno ha muerto. De su chatarra busca Sánchez -también plañideros Icetas- sacar renta jubilatoria. ¿Es posible? No es fácil.

Galicia 17,8 por ciento, País Vasco 11,9 por ciento. Barridos por los populistas. Caducó el tiempo del PSOE. Sus sucesores llaman a la puerta. Peores que él. Parecía imposible.

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