Ignacio Camacho - Una raya en el agua

Salto al vacío

Sánchez expresa su pensamiento sin subordinadas. No-es-no, sí-es-sí. Sintaxis escueta para una política monosilábica

Ignacio Camacho
MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando Pedro Sánchez publica en Twitter le suelen sobrar caracteres. Es el suyo un lenguaje simplista, de inspiración publicitaria y consignas breves. La expresión de un pensamiento tautológico en el que sobran las subordinadas; una sintaxis escueta para una política monosilábica. Con el no-es-no y el sí-es-sí ha levantado un proyecto, ha amotinado a las bases, ha plebiscitado la abstención en la investidura de Rajoy y ha recuperado en pocos meses su puesto. Como Sansón, ha sacudido las columnas del templo para llevarse por delante a los filisteos. La enfermedad ideológica del Partido Socialista es muy grave cuando una candidatura puede triunfar con tan poco fundamento.

Pero ha ocurrido y el triunfo de Sánchez empuja al PSOE a un salto al vacío.

A un vuelco en la estructura de la organización y a una estrategia de alianzas que puede acabar con el modelo tradicional del partido. Eso era lo que pretendía evitar la coalición agrupada en torno a Susana Díaz: la liquidación del método de funcionamiento representativo. El del poder de los territorios, las instituciones y las baronías, el del comité federal y los órganos de contrapeso político. El antiguo -y nuevo- secretario general ha cimentado su victoria en la oferta de un liderazgo vertical, directo, asambleario, populista, y pocos dirigentes dudan de que se empleará a fondo, purga incluida, para cumplir lo prometido. Como el rey nazarí Muhammad V, que tras ser derrocado volvió a la Alhambra y colgó en la puerta las cabezas de sus enemigos.

Sánchez convirtió las primarias en una revancha y ha ganado. Le ha funcionado el discurso de rebeldía contra el aparato entre una militancia rabiosa a la que ha encandilado con una tensión próxima al colapso. Ha hecho un programa del odio a la derecha -y a las propias élites socialistas- y con eso ha captado el voto del cabreo, la rabia y el desencanto. Susana Díaz le construyó el personaje con sus errores tácticos; la forma convulsa en que ejecutó el golpe de octubre dejó viva a su víctima y le facilitó la escritura del guión que hasta entonces no tenía; le diseñó un relato. Le permitió erigirse en una especie de tribuno de la plebe, de jacobino sans-culotte, y se convirtió a sí misma en diana del repudio al cuartelazo.

El desenlace de esta abrasiva elección interna, envenenada de hostilidad caníbal y de desgarro, no sólo supone un punto de no retorno en la trayectoria autodestructiva del socialismo democrático; afecta a la estabilidad del Estado. Sánchez no ha ocultado su intención de acercarse a la extrema izquierda para constituir contra el PP un frente de rechazo. La moción de censura podría resultarle tentadora si Iglesias lo apoyase a él como candidato. Todo es impredecible en un hombre tan aficionado a los bandazos, pero que ha logrado sobrevivir a su aniquilación política con la resistencia suicida de un partisano.

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