Editorial ABC

Rajoy no cayó en la trampa

El dato objetivo ratificado para el Tribunal es que la trama Gürtel dejó de trabajar para el PP con la llegada de Rajoy

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Madrid Actualizado: Guardar
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Mariano Rajoy salió ayer airoso de la encerrona judicial que le había preparado la acusación de Adade, vinculada al PSOE, cuya intención era convertir el juicio del caso Gürtel en un espectáculo mediático con pena de banquillo incorporada para el jefe del Ejecutivo. Jurídicamente, el testimonio de Rajoy como testigo no sirvió para mucho. Pero ese no era el objetivo, sino diseñar un paseíllo que le expusiera durante dos horas a una suerte de escarnio público escondido bajo una exigencia legítima de justicia. Rajoy fue interpelado con preguntas impropias para un testigo y con claro tinte incriminatorio. No se trataba de aclarar nada sobre la financiación del PP o sobre el pago de sobresueldos, sino de estigmatizarle con el papel de primer presidente en activo de nuestra democracia citado a declarar en un caso de corrupción.

Pero ni siquiera el abogado de Adade, que había promovido su citación, supo sacar un mínimo partido a su encargo político. Su interrogatorio, confuso y propio de un letrado principiante desarbolado por su propia incoherencia, ni siquiera estuvo bien preparado. No era una papeleta fácil para Rajoy, pero salvó con diligencia cualquier contradicción, y apenas incurrió en errores con los que dar munición a las acusaciones. Los letrados atribuyeron erróneamente responsabilidades económicas a Rajoy en una etapa del partido en la que sostuvo que solo tenía responsabilidades políticas, y no consiguieron desarmarle. Solo se mostró dubitativo al explicar los mensajes telefónicos de ánimo enviados a Luis Bárcenas y al argumentar qué quiso decir cuando le comunicó a su ex tesorero que «hacemos lo que podemos». El dato objetivo ratificado para el Tribunal es que la trama Gürtel dejó de trabajar para el PP con la llegada de Rajoy por el uso espurio que hacían de las siglas en sus oscuros negocios.

Pero si fue llamativo el papel de unas acusaciones inesperadamente espesas a la hora de poner en aprietos a Rajoy, más llamativo resultó que los dos magistrados que consideraron idóneo citar a Rajoy no formulasen ni una pregunta. Es legítimo, pero extraño. A su vez, el presidente del Tribunal recibió críticas por «cortar» a las acusaciones y las defensas hasta una quincena de veces por preguntas y protestas improcedentes. Pero procesalmente, y para no generar indefensión, era inviable interrogar a Rajoy sobre detalles de casos paralelos de corrupción que no se juzgan ahora. No acudía como acusado, y buscar argucias para confundir era algo que el presidente del Tribunal no podía permitir. De momento, un juicio en España no es ni un plató televisivo, ni un mitin, ni la tribuna del Congreso. La evidencia de que al PSOE no le salió bien la jugada fue la sobreactuada petición de Pedro Sánchez para que Rajoy dimita. Gürtel debe ser pagado, pero por los culpables.

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