El PSOE no es el partido de Sánchez

Los socialistas han sido cruciales en la afirmación de nuestra democracia y deben seguir siéndolo, por respeto a su propia historia y porque millones de ciudadanos se declaran socialdemócratas

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Las últimas horas en Ferraz están descubriendo la expresión del PSOE más decadente conocido hasta ahora y la perplejidad de una ciudadanía atónita ante un espectáculo delirante. El parte de guerra es el siguiente: una Ejecutiva anárquica y jurídicamente disuelta, pero atornillada a un ejercicio de supervivencia inane, e incapaz de darse cuenta de que su tiempo expiró; dimitidos a los que ni siquiera se les permite recoger sus pertenencias; una presidenta del Comité Federal que invoca su única autoridad en plena calle porque los vigilantes de seguridad le impiden pasar del vestíbulo; un autoproclamado secretario general adelantando a capricho el congreso federal a noviembre; Susana Díaz aclamada en Andalucía… Todo es caos, pesimismo y desconcierto en un partido desguazado, en el que los ánimos de venganza entre bandos se han impuesto por encima de la salud de la propia institución.

No es edificante contemplar cómo un partido de 137 años se desangra apuñalándose con odio cainita mientras unos y otros hurgan del modo más dañino posible en la herida en lugar de cortar la hemorragia con un mínimo de dignidad. Nadie sabe si los restos minoritarios de la Ejecutiva de Sánchez son legítimos. Nadie sabe qué autoridad tiene una Comisión de Garantías acallada por la fuerza. Nadie sabe si habrá gestora o si mañana podrá celebrarse un Comité Federal en condiciones. Nadie en el PSOE habla más que de judas y rebeldes para satisfacción de Podemos, que ya ha logrado dos de sus tres objetivos: asentarse con mando en plaza en instituciones, destruir a un PSOE en estado catatónico y afectado por una sacudida emocional inédita y gobernar España apoderándose de la izquierda.

Ni la militancia del PSOE ni la democracia se merecen la descomposición de un partido a manos de un líder como Sánchez, obsesionado por el poder aun a costa de romper el partido y con un infantiloide sentido de Estado. El PSOE ha sido crucial en la afirmación de nuestra democracia y debe seguir siéndolo. Primero, por respeto a su propia historia y porque millones de ciudadanos se declaran socialdemócratas. Y segundo, porque su obligación moral con los españoles es abortar la operación de acoso y derribo al sistema diseñada desde la izquierda populista, en lugar de participar de ella y entregarle ingenuamente el poder. Era hora de que la facción más realista del PSOE reaccionara frente al uso abusivo que ha hecho Sánchez de la secretaría general para sumirlo en el fracaso con sus cesiones a Podemos y su incomprensible simpatía por el soberanismo. El futuro del PSOE pasa por una refundación sosegada en la oposición, desde la que debe servir a España y a su estabilidad y crecimiento.

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