Primer aviso

Los aliados de Sánchez ya demandan su República

Luis Ventoso

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En un vídeo esclarecedor, la web de ABC ha mostrado en paralelo las imágenes de la toma de posesión de Sánchez y las de la última de Rajoy. Es innegable que el rostro de Felipe VI lucía más grave ayer que cuando juró Rajoy tras ganar el poder limpiamente en las urnas. Viendo el acto de Sánchez se percibe cierta pesadumbre en la atmósfera. No es una ceremonia feliz. El propio protagonista luce tenso, como un chiquillo que sabe que se ha hecho de modo tramposo con un botín que codiciaba. Y es que toca empezar a decirlo: la llegada al poder de de Sánchez ha sido legítima, ajustada a la ley, pero también reprobable, porque no ha ganado los comicios jamás -de hecho la ciudadanía española le propinó dos duros rejones- y porque se apoya en el voto de partidos confabulados contra España. Imposible que el Rey se mostrase jovial en la investidura de quien llega avalado por partidos que quieren destruir la monarquía y, lo que es mucho peor, la propia nación de la que Felipe VI es jefe de Estado. El Rey, no se olvide, fue quien con su discurso animó al Gobierno a frenar de una vez a los golpistas catalanes, los mismos con los que el flamante presidente se presenta de ganchete.

Poco ha tardado en visualizarse que Sánchez ha traicionado a su país en una hora crítica. Ayer tomó también posesión Torra. Fue la primera en la frente para Sánchez: el aliado que lo ha hecho presidente expresó su deseo de avanzar «de manera inequívoca» hacia la independencia y la República. Es decir, Torra proclamó a las claras que dará otro golpe contra la legalidad española. También ofreció diálogo a Sánchez, «parlar». Pero el diálogo del separatismo es unidireccional: o tragas con la independencia, o nada. ¿Cómo va a manejar este desafío el nuevo inquilino de la Moncloa, quien en su investidura prometió defender la Constitución? ¿Cómo se puede combinar la defensa de España y su Carta Magna con servirse de los votos de los golpistas que van contra ella? No se puede. Es el círculo cuadrado. Por eso el Gobierno de Sánchez nace muerto (salvo que dé un paso más en su felonía y se avenga a un referéndum de independencia, algo que vista su trayectoria no es totalmente descartable).

Sánchez es un político de eslóganes, que ahora recibirá una ducha fría de realidad. Para comprar la voluntad del PNV aseguró que mantendrá los presupuestos de Montoro. Pero sus aliados comunistas y separatistas ya se le han rebelado en el Senado. Ha prometido que las pensiones subirán siempre con el IPC, que derogará la reforma laboral, que gravará más a la banca. ¿Lo hará? ¿O volverá trasquilado tras recibir la primer toque de Juncker y Merkel?

Los periodistas nos vamos a entretener con este circo de la incongruencia. Pero España puede acabar tiritando por el capricho ególatra de un oportunista. Si el delirio se torna de alto riesgo, la llave para pararlo la tiene de nuevo Susana Díaz (que no lo traga): Andalucía aporta 20 diputados a Sánchez en el Congreso, y sin su voto el globo pincha.

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