Editorial ABC

Otra espantada cobarde

España está obligada a solicitar la entrega de Anna Gabriel, por más que ella trate de engañar a las autoridades helvéticas. No se la persigue por sus ideas, sino por sus presuntos delitos

Anna Gabriel AFP

ABC

La que fuera diputada y portavoz de la CUP, Anna Gabriel, se declarará hoy en rebeldía ante la justicia española después de haber avisado al Tribunal Supremo de que no acudirá a su declaración como investigada por la consulta ilegal del 1-O en Cataluña. Tras un breve periplo por Venezuela y Cuba desvelado por ABC hace dos semanas, Gabriel ha recalado en Suiza, paradójico destino para una anticapitalista y antisistema de cuna, como siempre se declaró Gabriel. En estos días de declaraciones de los máximos golpistas ante el Supremo, vuelven el cínico tono de victimismo en el separatismo catalán, la alusión a los «presos políticos» y los falsos exilios por razones ideológicas. Sin embargo, todo es una burda mentira. Gabriel huye de España por miedo a ser encarcelada, por temor a caer en el ostracismo al que ya le había sometido su propio partido impidiéndole repetir en las listas electorales y porque, en el fondo, el futuro de Cataluña no le importa absolutamente nada. Gabriel, como Puigdemont, Junqueras, Mas, Rovira y un interminable etcétera, ha estafado a los catalanes con un desafío independentista sin futuro alguno, y ahora se niega a asumir cualquier responsabilidad penal, política y moral. Es imposible que sus electores, aquellos en los que se amparó para vulnerar la ley y jactarse de ello, no vean ahora en Gabriel a una cobarde en fuga después de provocar el incendio. Presentarse como víctima de un Estado represor ya no cotiza porque la actitud de este separatismo de élite -vivir en Bruselas o en Suiza no es hacerlo en la Venezuela o en la Cuba que tanto adora la CUP- no es creíble para ningún votante. No son mártires de nada, sino simples huidos que no lideran más que su absoluta soledad financiada con dinero oscuro.

No obstante, no sería asumible que la huida de Gabriel contribuyese a dar una imagen debilitada de nuestra Justicia. España está obligada a solicitar su entrega por más que ella trate de engañar a las autoridades helvéticas solicitando un «asilo político» inadmisible. No se la persigue por sus ideas, sino por sus presuntos delitos, y en Suiza están regulados delitos homologables a los de España cuando se trata de atacar la Constitución y poner en jaque el orden democrático. El hecho de que Gabriel se asesore por el entorno jurídico defensor de ETA en Europa revela mucho de sus intenciones y de su respeto por la democracia. La espantada de Puigdemont y de Gabriel no tiene el objetivo de denunciar que en España se condenan ideologías con juicios injustos y magistrados a sueldo del Gobierno. Ese es el otro engaño masivo que han puesto en marcha para blanquear su auténtica imagen de delincuentes. Su espantada responde solo a un legítimo temor a la cárcel. Su causa de una república independiente ha fracasado. Lo mínimo que podían hacer es dar la cara.

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