Antonio Burgos

Obras de solidaridad

Si no quiere pasar por un facha rancio, apréndase las nuevas obras de solidaridad, antigua misericordia

Antonio Burgos
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La moda de la Pasarela Cibeles (o como se llame ahora para hacer la propaganda del nombre de su patrocinador) es nada al lado de las nuevas tendencias del lenguaje. Impuestas por los tiranos de lo políticamente correcto. O, lo que no sé si es peor, por la gilipollez ambiente que nos domina. Hay palabras virtualmente desaparecidas; arcaísmos como "caridad". Primero fue sustituida por "beneficencia", que era como la caridad, pero sin el menor sentido cristiano, como marca la tabla de esta sociedad donde le parten la nariz a las monjas sin que las feministas protesten, o le meten mecha a la capilla de la Autónoma, porque, ya saben el viejo lema, tan rancio, que vuelve a estar de moda como en los años 30: "La mejor luz de la Iglesia es la que arde".

Incluso la palabra "beneficencia" está pasada de moda. Ahora es "solidaridad". No sé cómo la Comunidad de Madrid que preside la muy progre y políticamente correcta Cristina Cifuentes, autonomía que es la dueña de Las Ventas, permite que la empresa de su plaza de toros organice anual y solemnemente una llamada "Corrida de la Beneficencia", cuando lo lógico es que fuese "de la Solidaridad".

Y a la Agencia Estatal de Meteorología que comentamos aquí hace poco le pasa igual. En estos días de calor la Aemet suele señalar zonas de España con alertas de diversos colores. Más que alertas son alarmas. Alertar que en Sevilla va a hacer en pleno verano 42 grados no es alertar: es alarmar. Porque en verano lo más natural y lógico es que haga 42 grados y se sude la gota gorda. Es como si la Aemet se dedicara a dar alertas rojísimas porque en enero va a nevar en el Pirineo leridano. Ah, y sus consejos. Ya comentamos lo de " hidratarse", que no tiene desperdicio. Ahora, beber agua o cualquier líquido es "hidratarse", tan cursi como el gentilicio "hidrocálido" de Aguascalientes (México). Dentro de nada, en los restaurantes, a la hora de tomar nota de las bebidas, el camarero de la libreta que suele abrir plaza de la comanda nos preguntará:

—¿Con qué se van a hidratar los señores?

De todo lo cual se infiere que ha quedado completamente pasada de moda aquella obra de misericordia de "dar de beber al sediento". Ahora, en términos políticamente correctos, es "hidratar convenientemente al que tiene un déficit de líquidos". Bueno, obras de misericordia... Dios mío, ¿qué es lo que he dicho? ¿Misericordia? ¡Son obras de solidaridad, en todo caso! Porque la misericordia en España ya sólo queda para la Casa de tal nombre que organiza las corridas de San Fermín en Pamplona. Si no quiere usted pasar por un facha rancio, apréndase las nuevas obras de solidaridad, antigua misericordia. Que, entre otras, son:

En vez de "dar de comer al hambriento", "nutrir al que presenta un déficit alimentario". En vez de "dar posada al peregrino", "proporcionar alojamiento turístico "low cost" al que realiza un recorrido a pie por una ruta histórica". En vez de "visitar a los enfermos", "acudir a ver a quienes se encuentran ingresados en una institución sanitaria". En vez de "visitar a los presos", "acudir a una comunicación con los internos en las instituciones penitenciarias de reinserción social". En vez "enterrar a los muertos", "incinerar a los que han fallecido, para ahorrarse los gastos de sepultura en el cementerio municipal". En vez de "dar buen consejo al que lo ha de menester", "proporcionar libros de autoayuda a quienes los necesiten".

Ah, y al final pero no lo último: de "corregir al que yerra", nada de nada. Aquí no se equivoca nadie. ¿Usted qué quiere, que le partan la cara por corregir a uno que se cree, como todo el mundo ahora, en posesión exclusiva de la verdad? Y de "perdonar al que nos ofende", menos todavía. En tal situación, la obra de solidaridad es "poner el asunto en manos de mis abogados". Como si fuera usted uno de los de "Sálvame".

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