Nuevos y viejos partidos

Ciudadanos tiene solo una carta a jugar, aunque importantísima: el españolismo

José María Carrascal

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Todo el mundo dice (en España «todo el mundo» somos los articulistas y los tertulianos) que los viejos partidos están acabados. Mi impresión es que siguen ahí. Redoblados. ¿Qué es Podemos sino la versión más radical del PSOE, la que en su tiempo representó Largo Caballero y en el nuestro, Zapatero? ¿Y qué es Ciudadanos sino «la marca blanca» del PP, un PP sin escándalos, sin corrupción ni corbata, aunque prácticamente con el mismo programa? Por eso cuando oí ayer a Rivera decir a Rajoy que rompe su apoyo en la aplicación del artículo 155 en Cataluña me eche las manos a la cabeza. ¿Pero se ha vuelo loco ese chico? Es verdad que ya puso pegas cuando Rajoy lo invocó y hoy le reprocha su aplicación «blanda» del mismo. Pero sabemos perfectamente que fue el 155 lo que impidió a Puigdemont y compañía declarar la independencia, por lo que todo el centro-derecha español, es decir, PP y Ciudadanos, lo endosa con los ojos cerrados. Y Rivera fue a elegir el peor día para anunciar la ruptura del frente constitucionalista: aquél en que el Gobierno presentaba ante el Tribunal Constitucional recurso contra el intento de permitir el nombramiento telemático de Puigdemont como presidente de la Generalitat y la aceptación del mismo por parte del Tribunal suspendía ipso facto tal nombramiento.

Puede reprocharse a Rajoy lentitud en la toma de decisiones, pero quiere asegurarse no dar ni un solo paso en falso, ¡buenos son los secesionistas para no aprovecharlo! Pero siempre es mejor que la precipitación con que Rivera ha actuado. ¿Se le subió a la cabeza su dispararse en las encuestas o fue miedo a haber alcanzado su techo y quería ganar ya la carrera? Ambas cosas son posibles. Ciudadanos tiene sólo una carta a jugar, aunque importantísima: el españolismo, e intenta demostrar que es más españolista que el PP. En el resto, es un medicamento «genérico» de éste. Y jugándose las diez últimas en el caso catalán, teme que Rajoy se alce de nuevo con la victoria con los ánimos más tranquilos dentro de dos años. Pero Rivera no debe olvidar una cosa: que esos votos que le dan las encuestas son votos eventuales, prestados, producto de la corrupción, los escándalos, el cabreo de la ciudadanía hacia la clase política, con el gobierno a la cabeza, pero si empieza a actuar «a la antigua», anteponiendo los intereses personales y de su partido a los de la nación, se pega un tiro, no en el pie, sino en la cabeza. Como Rajoy no debe olvidar que los españoles tenemos menos paciencia que él y no le pasaremos ni un favor más a los independentistas, que ya han recibido más de los que merecen, que no merecen ninguno. O sea, cuidadito ambos que los próximos días van a ser cruciales. No les hablo del PSOE ni de Podemos, porque tienen poco que decir y menos que hacer como a la izquierda de todos los países de nuestro entorno.

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