Hay que nombrar a Puigdemont «español del año»

No hay nada menos épico que una extradición desde Bruselas. Y no en un falcon, sino esposado y en un avión de Iberia

Ramón Pérez-Maura

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Empieza a darme pena este Puigdemont. Se ha quedado casi sólo en Bruselas mientras que a la mayoría de sus compañeros de lucha los han metido en la cárcel. Y ahora le esperan meses viviendo en un hotel de tres estrellas , tan por debajo de lo que es preceptivo para el rango y tratamiento que amerita un Muy Honorable ex Presidente de la Generalidad.

Esto va a provocar, sin duda, que algunos de sus compañeros encarcelados en tierras castellanas (hace falta mala idea por parte de los jueces) empiecen a malmeter contra él. Puede que alguno incluso se sienta engañado por haberse embarcado en una aventura que siempre fue evidente que no iba a ninguna parte. Y a pesar de las ingentes cantidades de dinero que se ha gastando la Generalidad ayudando a clarificar las ideas de periodistas extranjeros, de repente el entusiasmo por la causa catalana se ha moderado acusadamente.

Carles Puigdemont ya sabe lo que le espera: Estremera. Y tal vez eso le lleve a pedir asilo en un lugar como Venezuela. O también puede intentar Somalilandia, estado escindido hace 25 años de Somalia y que no ha reconocido casi nadie, lo que tiene la ventaja de que es imposible que te extraditen desde allí. Porque la realidad es que si Puigdemont pretendía resistirse a entrar en la cárcel, mejor hubiera sido que lo hiciera desde su casa de Gerona que desde Bruselas . Por más que el abogado de etarras que se ha buscado logre dilatar el proceso, en 90 días o en 500 como cuando Pinochet fue devuelto a Chile desde Londres, Puigdemont sabe ahora que su destino es una cárcel española. Si se hubiera quedado en Gerona podría haber conseguido que esos aguerridos jóvenes a los que se está entrenando a hacer resistencia pasiva rodearan su casa y forzaran a los Mozos de Escuadra o a la Guardia Civil a dar algún porrazo que generase una portada en «The Times» de Londres. Pero no hay nada menos épico que una extradición desde Bruselas. La cosa ya sólo puede empeorar de una manera: que cuando llegue el momento, en lugar de enviar un falcon a traerle, lo suban esposado a un avión de Iberia. La compañía podría poner el precio del billete en tarifas estratosféricas. Muchos pagaríamos lo que fuera por verle el gesto durante todo el trayecto.

Y yo creo que estamos siendo injustos . Tenemos una deuda de gratitud con Carles Puigdemont. Yo voy a proponer que ABC reactive el premio «Español del Año» que entregó en las décadas de 1970 y 1980. Y que el primero en recibirlo sea Puigdemont. No porque hubiera el precedente de que en 1983 se le diera el galardón a Jordi Pujol, que fue una desgracia. Incluso ni por habérselo dado en 1987 a Federico Mayor Zaragoza, que fue casi peor. Éste sería un premio para reconocer el mucho bien que ha hecho Puigdemont a España: ha conseguido que los españoles de todas las ideologías exhiban con orgullo la bandera nacional. Y no un par de días como cuando se jugaba la final de un Mundial. De forma duradera como se ve por toda España y hasta en Cataluña. Y sin miedo. Y ha logrado que se pueda reactivar instrumentos legales que estaban completamente olvidados, como la Alta Inspección Educativa que ahora va a tener que desarrollar un intenso trabajo para conseguir que no haya más generaciones de españoles educadas en el odio a España. Gracias, Carles Puigdemont. De corazón se lo digo.

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