No tanta broma

La añagaza de los humoristas putinianos a Cospedal tiene su aquel

Cospedal, en un acto del PP EFE
Luis Ventoso

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La chanza no es nueva. En realidad está muy sobada: un humorista llama a un personaje público haciéndose pasar por otra persona y le toma el pelo a placer. La más sonada de estas añagazas tal vez sea la llamada a Fidel Castro desde una radio de Miami en 2003, en la que los locutores le hicieron creer que hablaba con su camarada Hugo Chávez . El dictador cubano engulló el anzuelo al completo. Al final los humoristas destapaban el embuste: «¡Caíste, Fidel!». Ya sin muchos reflejos, el viejo sátrapa farfullaba indignado: «¿Caí en qué? ¡Mariconsones!». En 2015, un falso Putin vaciló a gusto con Elton John , quien llegó a jactarse en su Instragram de que el autócrata ruso lo había telefoneado. En enero del año pasado, un humorista que se hizo pasar por Puigdemont charló con Rajoy .

Esta vez le ha tocado a Dolores de Cospedal , víctima de una trampa no tan jocosa como parece de la agencia Sputnik, creada a finales de 2013 por decretazo de Putin y acusada reiteradamente de prácticas de intoxicación para dañar a Occidente. El martes, Cospedal recibió en el Ministerio de Defensa una supuesta llamada de su homólogo letón. En realidad era un humorista ruso de Sputnik. Nuestra ministra le responde con cautela. Pero el audio denota que cae en la celada. Hasta ahí todo normal. Una broma más entre tantas similares. No tiene importancia.... O tal vez sí. El Ministerio de Defensa es uno de los más delicados de un país. ¿Cómo pudieron los cómicos de Putin pasar todos los filtros de control y llegar hasta la ministra como interlocutores verosímiles? El segundo problema, esta vez para la propia Cospedal, es que la conversación, lo que le dicen los humoristas, es tan manifiestamente ridícula que resulta inaudito que una política con sus horas de vuelo no se percate del embuste y corte la charla en seco. El presunto ministro letón le cuenta que el 50% de los turistas rusos de Barcelona son espías. La alerta de que Rusia prepara en Cataluña una ocupación parecida a la de Crimea y ofrece enviar tropas del Ejército letón en auxilio de España. A continuación la informa de que «Puigdemont trabaja desde hace tiempo para la inteligencia rusa» y le revela que su nombre clave es Chipolino (alias similar al que usa el espía Chico Marx en la comedia «Sopa de Ganso»). La respuesta de nuestra ministra ante tal sarta de disparates es esta: «Ah, muy bien. Voy a hablar con el presidente [Rajoy] y le voy a contar, y mañana por la mañana lo llamo. Es muy importante para nosotros».

La ministra ha aclarado vía Twitter que «fue una conversación muy rara» y explica que desconfió y no llegó a devolver la llamada. Pero en un momento de la grabación le comenta al falso ministro que ya ha consultado con Rajoy y que el presidente tiene interés en hablar de todo esto con su homólogo letón en la cumbre de la UE en Gotemburgo, celebrada el pasado viernes. La anécdota ofrece una curiosa visión íntima de la máquina del Gobierno en acción y deja sabor a cierto amateurismo. No pasa nada. Dicen que es una broma. Pero las injerencias rusas no lo son. Ahí fuera se dirime una guerra de información y no basta con Anacleto, la T.I.A. y el profesor Bacterio.

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