Horizonte

No se merecen cobrar una pensión

Algo va muy mal en un país en el que cualquiera se cree que lo suyo es más importante que lo de todos los demás

Ramón Pérez-Maura

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Vivimos días de gran confusión. ETA pide perdón recordándonos dos veces el bombardeo de Guernica -en el que murieron la cuarta parte de las víctimas mortales que ha causado la propia ETA- que se perpetró durante una guerra. Montoro debe estar recortando en ABC los justificantes de pago de la tarjeta de crédito de Diplocat que sorprendentemente habían escapado al control del ministro de Hacienda al que sólo parecen escapársele los gastos de Raúl Romeva. Los que hacemos el resto de los mortales están milimétricamente controlados. Debe de ser porque Diplocat paga sus facturas con una tarjeta Diners Club que es lo más viejuno que se despacha y Montoro fuera de Visa, Mastercard y American Express, se pierde. Y yo que di de baja mi tarjeta Diners el año pasado... En Cuba Raúl Castro hace como que se marcha un poquito, pero hasta el nuevo presidente reconoce que el que va a seguir mandando es el mismo que hasta ahora...

Todas ellas son noticias que merecen ser glosadas, pero esta semana ha habido un hecho en Madrid que ha pasado desapercibido en los medios de comunicación y que para mí tiene una enorme gravedad. Hemos tenido la visita de Estado del presidente de la República Portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa. La visita ha discurrido conforme al protocolo habitual de estos viajes en los que España intenta desplegar ante el invitado de los Reyes lo mejor de nuestro protocolo: cena de gala en el Palacio Real, visita a las Cortes, reunión con Rajoy en Moncloa, recepción del visitante a sus anfitriones y a una representación de la sociedad española en el Palacio de El Pardo... Lo normal.

Dentro de esa normalidad se incluye siempre que el visitante deposite una corona de laurel en el monumento a los que dieron su vida por España, sito en la Plaza de la Lealtad. En ese acto, una representación de los tres ejércitos rinde honores al visitante antes del toque de oración por los caídos y la colocación de la corona. Cuando se inciaba el acto, se empezaron a oir los gritos de unos manifestantes que reclamaban unas pensiones mejores. Mientras sonaba el himno de Portugal, los gritos degeneraron en proclamas anti militares y silbidos. Un desacato que fue en aumento cuando empezó a sonar el himno de España. Pero ahí no quedó todo. Mientras sonaban «La muerte no es el final» y el Toque de Oración con descarga de fusilería, los gritos y los insultos fueron a más.

Yo no pretendo que un pensionista no tenga derecho a reclamar unos ingresos mejores. Pero eso no es algo que esté por encima de todo. Y ningún pensionista está por encima de los que dieron su vida por España. Y por cierto, entre ellos están las víctimas de esa ETA que ayer pidió «perdón», los de los atentados yihadistas, los que se juegan la vida y la pierden apagando fuegos en lugares como Guadalajara... A todas esas personas y muchas otras más humillaron los manifestantes que ensuciaron el acto en el que el presidente portugués quiso rendir honores a tantos españoles que han dado su vida por los demás.

Algo va muy mal en un país en el que cualquiera se cree que lo suyo es más importante que lo de todos los demás. Bastante poco honramos la memoria de los que dieron su vida por España y ahora, encima, hay que aguantar trapacerías como la perpetrada el pasado lunes en la Plaza de la Lealtad de Madrid. ¡Qué sabrán esos pensionistas lo que es la lealtad! No tienen ni idea. Y los que estuvieron allí no merecen cobrar jamás un céntimo de pensión pagada por todos nosotros.

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