Ignacio Camacho

Método Corleone

El enfrentamiento socialista tiene la crueldad darwinista de las guerras civiles, la ferocidad de un duelo cainita

Ignacio Camacho
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La mañana de resaca poselectoral amaneció en el barrio del PSOE con ruido de cristales rotos. A García-Page le destrozaron el escaparate a modo de advertencia. Método Corleone. Toda la determinación que a Pedro Sánchez le falta para ganar elecciones le sobra para resistir tras perderlas. Lo que nadie esperaba era que Podemos actuase de sicario sanchista; estas operaciones no se veían desde que los barones de la UCD se aliaron con Felipe González para derribar a un Suárez acorralado. Los comportamientos mafiosos son habituales cuando está en juego el poder, pero Sánchez ha rebasado todas las líneas del fratricidio político: matones del partido adversario contra los disidentes del suyo. Una banda rival para presionar a la propia famiglia.

La maniobra coactiva, amenazadora, intimidatoria, de Castilla-La Mancha demuestra hasta qué punto Sánchez se ha convertido en el candidato de Podemos.

Se apoya en Pablo Iglesias para defenderse del acoso interno. El enfrentamiento socialista tiene la crueldad de las guerras civiles, la ferocidad de un duelo cainita. En estos casos suele vencer el más resuelto y hasta ahora el secretario general ha demostrado serlo. En su temeraria voluntad de sobrevivir ha violado la ley sagrada de la cohesión, la de la lealtad al proyecto.

La cuestión tendría una importancia relativa si fuese sólo una querella intestina, un asunto doméstico. El problema consiste en que la batalla se libra alrededor de una crisis de Estado cuya solución depende de la que el PSOE encuentre para su bloqueo. Sánchez está dispuesto a usar el Gobierno de la nación para defender su liderazgo, usando a la radicalizada militancia como fuerza de choque y alquilando el apoyo de Podemos como quien contrata mercenarios. Se enfrenta a una asonada de coroneles y está dispuesto a cualquier cosa para neutralizarlos. La unidad de su organización y la estabilidad de España son rehenes de su afán de resistencia; se ha construido una trinchera con su propio fracaso.

En el conflicto lleva ventaja porque dispone de la iniciativa. Tiene contados los votos del Congreso para una posible investidura y esta semana pretende lograr los que le faltan para que el Comité Federal no le ate las manos. Los críticos están perplejos ante la contundencia del desafío y la crudeza del episodio manchego, en el que ven la mano audaz de César Luena y sus pretorianos. Saben que van a por ellos y tienen unos cuantos días para armar una respuesta, pero carecen de criterio de actuación y sobre todo les falta un candidato. La dirección les ha hecho una envolvente, con las bases por la retaguardia y el refuerzo de Podemos por el flanco izquierdo. Les va a costar pasar de la indignación a la estrategia. Querían un debate y les han madrugado los plazos. Aunque después de lo de Page ya saben que están ante un pulso darwinista en el que sólo sobrevivirá el más determinado.

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