Editorial ABC

Mayoría para el cambio en Cataluña

Rajoy sugirió ayer en Barcelona que el 21-D se presenta como una oportunidad histórica de acabar con el régimen separatista. En efecto, los comicios son una cuestión de supervivencia

Manifestación a favor de la unidad de España JAIME GARCÍA

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Mariano Rajoy pidió ayer en Barcelona que la «mayoría silenciosa» que hay en Cataluña vaya a votar el 21-D. Rajoy hizo esta petición en el acto de presentación de Xavier García Albiol como candidato del PP para la presidencia de la Generalitat, lo que de hecho supuso el arranque de la campaña electoral de esta formación. Como los demás partidos constitucionalistas, el PP confía en que estos meses convulsos hayan despertado la conciencia política de los catalanes no nacionalistas, adormecida, entre otras razones, por el pacto no escrito que desde 1979 entregaba Cataluña al nacionalismo a cambio de su lealtad constitucional. Las manifestaciones multitudinarias convocadas por Sociedad Civil Catalana constituyeron un aviso de que había tocado a su fin el monopolio nacionalista de las calles, pero también fueron un clamor a los partidos constitucionalistas para que empezaran el cambio necesario en Cataluña. Por eso es imprescindible saber para qué reclama el PP una votación masiva en Cataluña el 21-D. Es evidente que los populares aspiran a una difícil mayoría parlamentaria con el PSC y Ciudadanos, pero la condición para lograr tanto la movilización electoral como el pacto político posterior es ser claro. Hay que decirle a los catalanes no nacionalistas para qué se pide su voto y para no equivocarse hay que recordar las fórmulas que ya han fallado en Cataluña. Ha fracasado la confianza en el nacionalismo burgués, porque se ha suicidado políticamente. Ha fracasado el entreguismo lingüístico y educativo al nacionalismo, porque lo han utilizado para romper Cataluña. Ha fracasado la federalización del sistema autonómico, porque el nacionalismo ya no aspira a más competencias sino a romper con España. Y ha fracasado la fórmula del apaciguamiento que intentó el Gobierno a través de la vicepresidenta Saénz de Santamaría, porque, como en tantas veces enseña la Historia, el agresor se siente fuerte cuando la víctima ofrece diálogo.

La aplicación del 155 no va a durar lo suficiente para remover las estructuras de la dominación nacionalista en la sociedad catalana. De hecho, ahí sigue TV3 como en sus mejores tiempos, por la simple razón de que nadie se ha encargado de aplicárselo. En Cataluña es perjudicial el discurso buenista del consenso con el nacionalismo mientras no se gane la batalla que está planteada por la democracia y la Constitución. Este debería ser el espacio propio del PP, en el que Ciudadanos ha tomado posiciones por una evidente falta de estrategia de confrontación de los populares con el nacionalismo. Se pensaba que era mejor el perfil bajo para no movilizar a los secesionistas. Dramático error del que se puede salir el 21-D si al constitucionalismo catalán se le presenta esta cita electoral como una cuestión de supervivencia y como la oportunidad de poner fin al régimen separatista.

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