Gabriel Albiac

Luz del lumpen

Si quieren hacerse una idea de lo que lumpen significa, no tienen más que pasarse en bucle el vídeo del diputado Rufián

Gabriel Albiac
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Haber leído a Marx muy joven, haberlo hecho bajo la dirección del más grande de sus intérpretes en los años sesenta, ha sido un don que no acabaré de agradecer nunca. Me hace inmune a ciertas tentaciones, en cuya estupidez veo naufragar hoy a una generación iletrada. De los bellos sentimientos de quienes no han pasado por la biblioteca, sólo puede aguardarse la caída en lo más sórdido. Lo que está ya de camino. Los pizpiretos penenes de Podemos lo llaman plebeyismo. Y lo anhelan.

El sábado por la tarde, yo escuchaba a un tal Gabriel Rufián, diputado impensable en un Parlamento civilizado. Me vino, de inmediato, lo leído en Marx y Engels hace medio siglo. No me fue difícil dar con los pasajes.

Hay hallazgos que quedan en la memoria para siempre. Este de Engels en 1870, por ejemplo: «El lumpen-proletariado, esa escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales… Ese desecho absolutamente venal… Todo líder obrero que utiliza a elementos del lumpen-proletariado para su guardia personal y que se apoya en ellos demuestra con este solo hecho que es un traidor al movimiento». Rufián es el deseo inconfeso de Iglesias.

El de Esquerra fue la voz bronca de un lumpen, a cuyo analfabetismo suple la agresión bestial y sin remordimiento. Habrá a quienes les dé risa. Pero no, su ignaro plebeyismo no tiene ninguna gracia. Detrás del lumpen, acecha siempre lo peor, lo más indescriptiblemente reaccionario: el retorno a las cavernas, en donde no hay racionalidad, sólo desprecio a la palabra y a la inteligencia; culto del garrotazo.

Marx, 1850: «El lumpen-proletariado es un centro de reclutamiento para rateros y delincuentes de todas clases, que viven de los despojos de la sociedad, gentes sin profesión, sin hogar ni creencia, que difieren según el grado de cultura de la nación a que pertenecen, pero que nunca renuncian de su carácter de lazzaroni». Al cultivo de esa ultrarreaccionaria especie, llaman los jóvenes penenes de Podemos «plebeyismo». Con entusiasmo y léxico nacido para designar a las hordas de hampones, sobre las cuales Perón y su angélica dama contaban para linchar oponentes. De aquel culto al navajero, nació la Argentina contemporánea. Que culmina en Kirchner.

Pero, para ser un acabado lumpen plebeyo, no basta con desearlo. Ni Iglesias ni su corte de niños y niñas bien, con madriguera paterna en el barrio de Salamanca, saben del lumpen-proletariado más que las exaltadoras leyendas que fantasean en tibias tertulias de sobremesa. Si quieren hacerse una idea de lo que lumpen significa, y si leer a Marx les resulta demasiado pesado, no tienen más que pasarse en bucle el vídeo del diputado Rufián. Porque ese sí sabe muy bien de qué habla. Y a qué mugrienta violencia conduce todo lo dicho. Es la lógica del lumpen: «la hez, el desecho, la escoria de todas las clases». Y la única, escribe Marx, sobre la cual un despotismo total puede asentarse. Ese despotismo habría de venir, tres cuartos de siglo luego. Se llamó fascismo.

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