Ramón Pérez Maura

Frente al auge de los populismos

¿No hemos aprendido que cuando nos negamos a hablar de un problema este se convierte en munición para los populistas?

Ramón Pérez Maura
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Aquella mañana del 23 de julio de 2002 participábamos en Lima en un seminario de la Fundación Euroamérica, el organismo creado por mi llorada Flora Peña. Me tocaba debatir con Valentín Paniagua, que había sido presidente transitorio de Perú entre la huida de Alberto Fujimori en noviembre de 2000 y la toma de posesión de Alejandro Toledo en julio de 2001. El tema de discusión era las transiciones y el veterano Paniagua hizo una afirmación muy básica que estos días recuerdo con frecuencia. Explicaba el expresidente cuántas veces se encontraba con peruanos que criticaban las bajezas a las que había llegado la "democracia" peruana en la presidencia de Alberto Fujimori (y Vladimiro Montesinos) y defendían la instauración de algún tipo de régimen no democrático que impidiese la llegada al poder de gente como Fujimori.

Y Paniagua predicaba siempre la misma verdad: "La alternativa a un Gobierno surgido en democracia y que deviene corrupto e irrespetuoso de los Derechos Humanos no es un Gobierno no democrático, no es una dictadura. La alternativa es un Gobierno democrático con políticas diferentes". Amén.

En estos días vemos y vivimos el auge de la contestación y de una cascada de críticas "a Europa", la mayor parte de las veces muy genéricas, sin apenas concreción. Y yo me acuerdo del presidente Paniagua porque creo que el credo que hay que predicar es el de que cualquier política en la que Europa se haya equivocado debe ser sustituida por otra política mejor, más efectiva, pero dentro del marco europeo. Creer que puede haber una vida mejor fuera de Europa es, simplemente, para suicidas de Eton y Oxbridge.

Europa enfrenta muy serias amenazas en esta hora. Es imperativo reivindicar nuestra condición europea y nuestros valores. Luchar por ellos. Turquía nos ha demostrado en la última semana que no puede ser parte de la UE porque no comparte nuestros principios como sociedad de una cultura de raíz musulmana que es, radicalmente distinta de la de Occidente. No comparte ni el respeto a Carta de Derechos Humanos, cuyo artículo 2 condena la pena de muerte.

¿Por qué estamos descalificando todo intento de debatir sobre la inmigración en Europa? ¿No hemos aprendido que cuando nos negamos a hablar de un problema este se convierte en munición para los populistas de todo jaez?

Los británicos se van de la UE tras un debate lleno de falsedades y distorsiones sobre la inmigración, que fue el nucleo del referendo del Brexit. Los húngaros van a votar sobre ello el 2 de octubre y a algunos se les ocurre acusarles de racistas –lo que no se atrevieron a hacer con los británicos– en lugar de preguntarse por qué es un asunto polémico. El mismo 2 de octubre en Austria se repiten las elecciones presidenciales, después de que el Tribunal Constitucional confirmara que la derrota del candidato populista –y antiinmigración– fue gestada en la manipulación del voto por correo. La inmigración ha dado tal auge al Frente Nacional que hoy es el primer partido de Francia... Pero los políticamente correctos creen que es inaceptable hablar de un problema que asola Europa. Sigan así. Les va a ir muy bien.

Europa tiene muchos problemas, pero el problema no es Europa. Los innumerables logros del último medio siglo hubieran sido imposibles fuera de las Comunidades Europeas. No ya para España, para los 27 miembros de la hora presente. Reino Unido incluido.

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