Fernando González Urbaneja

La estiba y el dilema del prisionero

Si no cooperan ambas partes pueden hacerse mucho daño recíproco. Solo una negociación cooperativa conduce a un resultado ganador

Fernando González Urbaneja
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Los puertos son un espacio crítico para la economía y la convivencia. Un conflicto en los puertos paraliza el comercio y la industria, por eso la mejor noticia de los puertos es que no pasa nada, más allá de que los barcos entran, se descargan y cargan, y salen. Por los puertos discurren más de dos tercios del comercio exterior español, como el 20% del PIB, con consecuencias sobre más de la mitad del resto. El bloqueo de los puertos se traduce en la semiparalización de la actividad productiva.

Un grupo determinante en los puertos lo forman los estibadores, gente peculiar, que forman una gran familia que se autorregula en cuanto a quien entra en ella y al cómo se trabaja y se cobra (muy bien).

Desde hace años hay paz en el sector a base de no alterar el orden establecido que tiene todo de gremial, cerrado y poco competitivo en comparación con otros países. En España la interlocución es triple: el Estado como autoridad y gestor de los puertos, las empresas estibadoras y los sindicatos de estibadores que defienden su statu quo. Desde diciembre de 2014 ese statu quo está cuestionado por la normativa comunitaria y una sentencia que obliga a abrir a la competencia el sector, con multas diarias a los puertos que no se adapten a un mercado más abierto. Mantener el statu quo tendría coste para el Estado y modificarlo incomoda a los estibadores que pueden paralizar la economía para defender sus posiciones.

Un típico conflicto de poder, de teoría de juegos, sometido al dilema del prisionero: si no cooperan ambas partes pueden hacerse mucho daño recíproco. Solo una negociación cooperativa conduce a un resultado ganador. Las partes saldrían bien paradas con un acuerdo que, por ahora, no han sido capaces de alcanzar. La huelga de puertos, aunque sea parcial, serviría para medir fuerzas, pero tiene el riesgo de la huida hacia adelante con costes altísimos para todos, incluida la economía general.

A Fomento corresponde desplegar las mejores artes negociadoras para evitar una catástrofe; entre los estibadores denotan ganas de medir fuerzas para modificar el statu quo lo menos posible. Sacar el genio del frasco puede hacer difícil volver a guardarlo. Empezar el lío es fácil, acabarlo no tanto.

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