Esperas innecesarias

Tras haber labrado su prestigio enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción, Cifuentes era rehén de esa vitola y debió dimitir cuando su moralidad quedó en la picota con su título universitario

Luis Ventoso

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Cristina Cifuentes tenía que estar fuera de la política hace ya dos semanas, toda vez que el insostenible castillo de naipes de su máster se derrumbó y se hizo patente que su primer reflejo cuando saltó el caso había sido engañar al público al que representa. Rajoy nunca ha sido drástico contra la corrupción y en este triste caso, tampoco. Su receta consiste en dejar que los problemas maceren y propiciar una salida tardía y con sordina del incriminado. Con esa técnica satisface a una parte de los votantes del Partido Popular, que anteponen la ideología a la moral y creen que no se deben entregar cabezas propias al «enemigo» (lo que Cospedal llama sin sonrojo defender a los nuestros). Pero otra parte de los votantes –o ex votantes– del PP demandan más reflejos éticos. Muchos, en especial jóvenes profesionales, han volado ya de hecho a Ciudadanos, saturados de malas prácticas, hartos de que el partido con cuya ideología concuerdan nunca acabe de acometer la limpieza drástica y con lejía que pide la reiteración de casos de corrupción en sus filas.

Tras haber labrado su prestigio enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción, Cifuentes era rehén de esa vitola y debió haber dimitido cuando su moralidad quedó en la picota con su título universitario (no hay trabajo de máster, pero sí hay notas falseadas, profesores que mintieron, dimisiones, vergüenza en la universidad, excusas chapuceras). El nuevo caso, el hurto cutre de unas cremas de belleza en un Eroski de Vallecas en 2011, cuando era la número dos de la Asamblea de Madrid , simplemente avergüenza a todos los madrileños. Nadie quiere tener a un político de ese talante al frente de su Gobierno. Fuentes policiales han confirmado esta misma mañana a ABC que los hechos son ciertos. El propio vídeo de la cámara del circuito de seguridad, bochornoso, resulta inapelable. Cifuentes debe irse en unas horas, porque no ha estado a la altura del alto listón con que ella misma se cuidaba de venderse. La cúpula del Partido Popular , por su parte, ha de aprender de una vez que la roña debajo de la alfombra sigue siendo roña y acaba asomando. Lo único que sirve es limpiar pronto y a fondo, y más en una era de inclemente escrutinio digital, que puede ser discutible, pero que es lo que nos ha tocado vivir. El PP tiene pendiente su catarsis y un relevo de su cúpula en serio.

Pésima noticia política para España la imagen de república bananera de Cifuentes abriendo su bolso ante un guarda jurado de un súper, pues zarandea al partido que, mal que bien, aporta un cierto soporte de estabilidad a España, frente a las alegrías imprudentes de la oposición en lo económico y las ligerezas de la izquierda en las relaciones con los nacionalismos. Una pregunta final: ¿Nadie en el PP sabía cómo era realmente Cifuentes ni había escuchado en corrillos lo que ahora vemos en vídeo? Y si es así: ¿Por qué se le permitió crecer? ¿De verdad no había nadie mejor que ella en el centro-derecha español para aspirar a la Comunidad de Madrid? El PP necesita también que supuestas eminencias que alberga, brillantísimos abogados del Estado que jamás se han enfrentado a las urnas, den un paso al frente y hagan lo que tiene que hacer un político en una democracia: someterse a cuerpo limpio a la valoración de los electores.

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